Atardecer en Dubai

Atardecer en Dubai

sábado, 8 de diciembre de 2012

India Parte II: Mussoorie


Estoy en India y no lo puedo creer. Me encuentro ahorita en un hotel en el pueblo de Mussoorie, en las montañas vecinas a los Himalayas. No sé a cuántos metros de altura estoy, pero aquí hace como 9 grados centígrados. Menos mal que me traje el abrigo apocalíptico de invierno que me compre en Shanghái hace ya varios meses. ¡Por fin me lo estreno!

Me levanté a la 1 de la mañana en mi apartamento en Dubái y mi cuerpo estaba en estado de shock pues apenas había dormido dos horas. Un taxi me pasaría buscando media hora más tarde para así estar en el aeropuerto puntualmente a las dos. El vuelo a Delhi estaba pautado para las 4:40 de la mañana, y yo, como buen venezolano, quería estar con suficiente tiempo antelación "por si acaso". Viajar desde La Guaira sinceramente nos ha generado un trauma de por vida a todos; bueno, al menos a mí.

Luego de 3 horas de viaje llegamos a la capital de India. En India la gente cuando saluda dice dice Namasté. Esto me emocionó muchísimo ya que había aprendido su significado en las clases de Yoga que iba en Londres: "Yo saludo la luz de Dios que está en ti y en mí, eternamente en nuestros corazones". Desde el principio, estuve seguro de que este viaje, así fuera de trabajo, iba a ser increíble.

Tomamos nuestras maletas y nos chequeamos en nuestro siguiente vuelo. A pesar de las expectativas, el aeropuerto de Delhi es súper moderno. Esta cubierto de alfombra, tienes estatuas espectaculares -elefantes, posturas de Yoga, etc. - y fuentes con pétalos de flores en cada esquina.  Al llegar a la terminal principal nos recibía una músico India cantándonos "I'm Yours" de Jason Mraz, dándole un toque tropical a la truculenta mañana. Por un momento me sentí en Hawái (aunque yo nunca haya estado allí). Comimos.

Sin salir del aeropuerto y con un retraso de 1 hora, partimos hacia Dehradun.

Llegamos con una hora de retraso porque al parecer en India es normal que todos los vuelos lleguen y salgan tarde. El aeropuerto de Dehradun es tan pequeño que uno se puede bajar del avión y caminar por la pista hacia la terminal, lo único que faltaba era que sacaran las maletas en la pista y nos fuéramos. Afuera, un chofer ya nos esperaba. Nos montamos en el carro y de allí rodamos dos horas hasta nuestro destino. De nuevo, fue desde la ventana de un carro que conocí todo.

Todo el trayecto me recordó mucho de las carreteras en Venezuela. Habían árboles por todos lados y de vez en cuando veíamos casitas o quioscos vendiendo comida. Yo estaba emocionado por ver los avisos escritos en Hindi. Los "leía" de derecha a izquierda como si fuera Árabe, jajá, pero luego me enteré que se lee al revés.





Lo que más me encantó fue ver familias de monos a cada lado de la calle: ¡increíble! si uno en Venezuela solo ve perros, en India uno ve monos y vacas. Las vacas caminan libres por las calles, son animales sagrados.





Comenzamos a subir la montaña pasando varios pueblos. La temperatura comenzó a bajar y la comida en mi estómago a subir. Entre curva y curva el carro iba a millón porque ya era tarde para nuestra primera cita en uno de los colegios. En cada una de ellas el chofer sonaba la corneta para que los conductores del otro lado supieran que alguien venia. Yo enserio creo que en esta parte del mundo existe un código secreto al manejar, algo que hace que todos los carros entiendan por donde van y así puedan pasar a milímetros de distancia uno del otro sin problema. Yo estaba mareado y aterrorizado de no saber si en segundos iba a estar estripado por otro carro o cayendo por el barranco en cada curva. Al final llegamos sanos y salvos, directos a hacer entrevistas a estudiantes. Eran las 6 de la tarde y nuestro día de trabajo apenas comenzaba.



Terminamos a las 8 y nos fuimos al hotel. ¡Al fin! El hotel tenía una ambiente de cabaña. Me sentí como en la Colonia Tovar. Cené mi primera comida India con un poco de temor ya que yo odio el picante. Al final no estuvo nada mal, pero si un poquito picante para mi gusto. Esa mínima porción hizo que al día siguiente fuera al baño, en llamas.

Nos fuimos directo a dormir. El día siguiente nos tocaría visitar otra escuela, regresar a Delhi y tener citas con estudiantes en el hotel. Dormí.

Al levantarme abro la ventana de mi hotel y este es mi amanecer:




Namasté.







lunes, 3 de diciembre de 2012

India Parte I: Pesadilla en Clase Ejecutiva


        La primera vez que me regresé de Egipto mi colega Marie y yo decidimos tomar un vuelo de FlyDubai, desde Alejandría hasta Dubái, a las 12 de la noche, un Sábado. Habíamos estado trabajando casi todo el día, viajando cuatro horas desde Cairo y luego pajareando información a estudiantes hasta tarde en la noche. Estábamos exhaustos, y para más colmo el vuelo se había retrasado. Ambos teníamos pensado dormir durante las 3 horas y media de viaje, y así llegar un poco frescos a la oficina. Pero fue inocente soñar...

FlyDubai resultó ser una de esas aerolíneas baratas e incómodas que te llevan de un lugar a otro sin asientos reclinables, sin comida y sin bebida. El vuelo estaba lleno y tuvimos la grandiosa suerte de ir rodeados de familias egipcias con sus bebés, llorando y gritando todo el tiempo. Ese fue el peor viaje de la vida. Una pesadilla.

Comienzo el primer capítulo de mi viaje a India con esta breve introducción porque representa todo lo opuesto a la manera en que viaje a Delhi la semana pasada. En esta ocasión mi jefe y yo llegamos al aeropuerto de Dubái en la madrugada, nuestro vuelo salía a las 4:40 am. Conscientes del largo día que nos esperaba al llegar a India, sabíamos que íbamos a tener que dormir algo en el avión para así no parecer zombies frente a los estudiantes que íbamos a entrevistar. Esta vez viajábamos con Emirates Airlines, así que al menos algo de sueño íbamos a consolar.

En esta ocasión el universo decidió hacer justicia y reponer la que me había hecho en Egipto. Mi jefe por ser miembro dorado lo subieron a primera clase; y él, a su vez, decidió donar parte de sus millas para que a mí me pasaran a clase ejecutiva. Fuimos al lounge ejecutivo, y a las 3 de la mañana desayunamos y yo me llevé todas las revistas interesantes que ofrecían libremente a los usuarios: TIMES, The Economist y Foreign Affairs. Increíble.

  Al existir una distinción entre primera clase y clase ejecutiva pensé que la diferencia entre la segunda y la económica no iba a ser mucha. Pero afortunadamente estaba equivocado. Clase ejecutiva fue el paraíso, literal. Estaba en el cielo.

Abordé el avión de primero, entrando por un pasillo exclusivo para que uno no tenga contacto con el resto de los mortales. De la emoción, al llegar a mi asiento comencé a tomar fotos de todo. Tenía un televisor al frente, y una pantalla a mano derecha para controlar la manera en que se movía mi asiento, el volumen, la luz y la atención de las aeromozas. Había un botón para subir una separación con los asientos de al lado y así tener un poco más de "privacidad".

Me senté y me sirvieron jugo de naranja. Con almohada, cobija y asientos más cómodos de lo normal, me lamenté que el viaje no iba a ser más largo. Cuando pensé que las cosas no se podían ser mejor, me enteré de que el asiento se podía poner en 180 grados como una cama. Estaba listo. Despegamos y yo me dormí. Adiós Dubái.

Me levantó el olor a comida y las ganas de ir al baño. No sabía cuánto tiempo quedaba de vuelo, sólo quería encontrar el baño. En eso subo las escaleras, voy al baño y luego veo que la puerta de la cabina de control, donde están los pilotos, está abierta.  Hecho el loco, entro y saludo a los colegas. Ellos no me prestan mucha atención pues esta pendientes de lo que está pasando frente al avión. Me asomo y veo una cantidad de tornados moviéndose por la tierra debajo de nosotros. "Estamos pasando por Iraq, tienes que devolverte a tu asiento ya que vamos a pasar por un área de turbulencia".

¿Iraq?

Me senté en mi asiento y puse en el televisor la cámara externa del avión para ver lo que sucedía afuera. De repente ocurre un vuelco, la velocidad aumenta, las aeromozas se caen y yo me agarro de mi asiento. A todo volumen habla el piloto y dice que vamos en caída, que en menos de 10 segundos nos estrellaremos. "Les quedan 10 segundos de vida, 16 respiraciones, 60 latidos de corazón..." Antes de estrellarnos, veo todo negro, me doy cuenta de que estoy soñando.

Me quiero terminar de despertar. Ya consciente, me quiero mover y no puedo. Me encontraba en uno de esos vacíos en el que la mente se despierta primero que el cuerpo. Desesperante. Pasan unos largos segundos y al fin logro abrir los ojos y levantarme del asiento. Todo había sido una pesadilla. Que susto.

Respiro profundo, me cambio de posición, pienso en esta entrada y decido seguir durmiendo. Media hora más tarde me levantan: ya estamos aterrizando en Delhi. Me siento en mi asiento de clase ejecutiva y me deleito con la idea de que yo nunca he soñado en un avión. Uno siempre duerme incómodo e intranquilo. Sin embargo en clase ejecutiva uno no solamente sueña sino hasta puede tener pesadillas. El confort no tiene límites. "Esta es sin duda la manera de viajar" me dije.  Sólo queda esperar a tener la misma suerte la próxima vez.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Rápido y Furioso: Cairo Drift








Sí, estas son las únicas fotos que tengo de Egipto porque -para variar- se me quedó la cámara en Dubai (una realización que sólo ocurrió cuando ya estaba montado en el avión). Estas fueron tomadas en mi último día, con la feliz cámara de mi iPod touch.

Si nunca han ido a la capital de Egipto, pues cuando vayan, ármense de paciencia pues es una ciudad bien "peculiar". Si tuviera que describirla, diría que es una ciudad a la que le falta mantenimiento, como si la hubieran dejado de limpiar desde hace unos años ya. Todo es marrón, los edificios parecen estar cubiertos de tierra y la mayoría de ellos todavía están en construcción. El paisaje es árido por supuesto. Pero en vez de ver desiertos eternos, uno ve más roca que arena. Imagínense un terreno donde abrieron huecos y sacaron tierra para escavar pero lo dejaron así. Multipliquen esa imagen por mil y tienen a Cairo.

Esta es la segunda vez que vuelo a Egipto, y yo todavía no he tenido chance de visitar las pirámides. En estos viajes de "trabajo" uno solamente tiene el chance de experimentar las ciudades desde la ventana del hotel o de un carro. Pero a pesar del crimen de no poder hacer ni un poquito de turisteo en Egipto, es notable reconocer que uno aprende mucho de la ciudad -y de su gente- con sólo recorrer sus calles. Las siguientes líneas es un retrato preliminar de Cairo... y su tráfico. 
Como siempre, la agenda estaba llena. Para los dos días que iba a estar en la ciudad contraté un chofer que me llevara de un lugar a otro. A pesar de su gentileza y sus buenas ganas de trabajar, éste no resultó ser el mejor chofer:

Resulta que el brother hablaba mínimo de Inglés. Durante los días de mi visita aprendí magistralmente como hacer énfasis en las palabras (así como haría un profesor de preescolar) y a comunicarme por señas. Tanto fue mi esfuerzo, que luego al dirigirme a cualquier otra persona le hablaba de la misma manera. "MEETING AT 11, PICK UP 11 AND HALF"

Además, parecía que no conocía ninguno de los lugares a los que tenía que ir. Obviamente sí conocía las diferentes zonas, pero fue una sorpresa grata (?) cuando el primer día, yendo a la primera cita que tenía, me encontré dándole YO direcciones al chofer sobre a dónde teníamos que ir. LIKE A BOSS. Mi memoria fotográfica de las escuelas a las que fui en mi viaje pasado resultó ser mejor de lo que yo pensaba. Todo esto mientras escuchábamos canciones interminables en Árabe. 

Para más colmo, el señor manejaba LENTO. Yo no es que sea el corredor más rápido de todos, pero las distancias en Cairo ya son bastante largas para uno ir a 70 km por hora, todo el tiempo. 
Así como en Caracas, en Cairo el tráfico forma parte de la vida diaria pero diez veces más intensamente. Si en Caracas puedes encontrar algunos conductores a toda velocidad cambiándose de canal a cada rato para pasar a los demás, en Cairo TODOS son así. Yo no sé para que se toman la molestia de dibujar los canales en el pavimento si al final cada quien va por donde mejor le parezca. La regla es cambiarse de canal y si permaneces en un canal por más de 5 segundos pierdes. Es una locura. 

Todo el mundo usa la autopista, y con esto me refiero literalmente a todos. Carros, animales y humanos. Es normal, por ejemplo, ver cruzar a una familia la autopista principal caminando, a pesar de los miles de carros que se aproximan a todo motor. Relajado. 

O, ver carretas de frutas llevadas por caballos o mulas. Yo no podía creer lo que veía cuando en el medio de una calle en el centro, un hombre salto de su carreta a recoger cinco naranjas que se habían caído. Las recoge y se devuelve corriendo a toda velocidad al caballo que, a todas estas, seguía avanzando sin jinete por la calle. WTF.

Más terrorífico todavía fue cuando le pasé mi celular al chofer para que alguien le diera direcciones a dónde íbamos. En ese momento, lo llaman de repente a su celular. El hombre sin dudar ni un segundo, atiende el móvil con la otra mano y por 10 segundos vamos por la calle sin tocar el volante. 

Entre muchas otras cosas, parece ser que a los Egipcios les encanta manejar acercándose lo más posible a los carros alrededor. Parado en un semáforo, vi al carro de al lado frenar milímetros atrás del primer carro en la cola. Yo podría jurar haberlos visto chocar. Cuando veo que no, y me sorprendo, el conductor del carro se ríe y me dice algo en Árabe que no entiendo. Yo me río también y pretendo entenderle. En Egipto no se disfruta si enserio no tienes un buen sentido del humor. 

Cada minuto uno tiene la sensación de que va a chocar. Yo me la vivía frenando en vano con mis pies en el asiento del copiloto. Créanme, es lo más desesperanzador que existe. Al final, uno solo debe relajar el cuerpo y entregarse. 

Pero Cairo no es solo tráfico ni gente desquiciada. Es una ciudad súper auténtica. A pesar del caos, el Nilo se descubre resteado e imponente. 

Las pirámides se logran ver desde la autopista -ahora trancada de carros-  como tres estructuras extraterrestres. 

Sin duda, una ciudad por explorar.

¡Hasta la próxima!

martes, 6 de noviembre de 2012

El Olvido



Desde este universo paralelo me pregunto si la gente piensa en mí, si en algún momento del día se acuerdan de Alejandro, y suspiran añorando un pasado compartido.

Desde este universo paralelo me siento lejano. Tan lejano que no dejo de hacerme estas preguntas.

¿Me extrañaran mis amigos?

¿Habrá pensado en mi?

¿Se imaginarían mi mamá, papá o hermanos lo que estoy haciendo en este momento?

Me lancé de paracaídas

Me rapé el cabello en Shanghái

Me comí un plato de panquecas solo en un Ihop en Monterrey 

¿Alguien lo habrá pensado?

Me hago estas preguntas porque yo suelo hacérmelas con frecuencia. Justamente en esos momentos, cuando me siento más remoto: en el medio de una noche de tragos, caminado por lugares desconocidos o viviendo las más surreales experiencias.

¿Que estarán haciendo mis amigos?

Les mando energías desde el otro lado del planeta. Hay veces en que las reciben y hay veces que no.

Me hago estas preguntas cuando no sé nada de ellos.

Y luego de un tiempo me comienzo a inquietar por la ausencia mutua. ¿Se habrán olvidado de mi?

Comienzo a sentir celos, rabia, y al final indiferencia. Olvido yo en consecuencia.

Asumo un final.

Y a veces, me equivoco.

Pero ya el daño, de mi parte, está hecho. Los platos ya están rotos.

Y por más que lo intente y me duela seguir adelante, me desmorono ante un desastre que no logro reponer.

No hay nada que hacer.
 


sábado, 3 de noviembre de 2012


Estoy emocionado. Quisiera verte hoy.

Estoy tan emocionado, que me da pena escribirte; espero que tú me escribas primero. Que me invites y me digas que quieres verme.

Yo quisiera invitarte pero los códigos dicen que no debería. Luciría demasiado interesado.

¿Por qué será que caigo por las personas no disponibles?

Tienes pareja, lo sé. La batalla está perdida desde el comienzo. ¿Pero cómo la evito si esa condición es lo que me invita?

¿Cómo ganar si lo que me condena es lo que me atrapa?

Me doy cuenta de que estoy cansado de este sin nadie. De que en realidad sería genial estar acompañado.

Quiero que me hagan sonreír y que los días tengan sentido por alguien.

Pero no sé cómo conseguirlo.

Solo sé buscar en lugares equivocados, calles ciegas. Contactos fugaces sin dirección.

Y me han distraído, no lo niego. Pero un se cansa de tomar oxígeno a cortos alientos.

Quiero ya respirar profundamente. Lo necesito.

sábado, 27 de octubre de 2012

Limpiando la Casa




No me he cansado de decir que Londres, como ciudad, me hizo crecer.  Lo dije una en una de mis primeras entradas hace ya casi dos años, y lo vuelvo a decir hoy. Sin duda, no soy el mismo Alejandro que se fue de Caracas en 2010.

Hoy me di cuenta de dos cosas: la primera, que llevo ya más de un mes viviendo en Dubai; la segunda, que llevo meses sin escribir en este blog.

El problema es el siguiente: yo siempre escribo cuando estoy "intenso" y triste. Pero lo bueno es que en mis últimos meses en Londres fui feliz.

Ojo, ahora escribo pero no necesariamente porque este triste. Es que quiero explorar escribir sobre otras cosas.

Si Londres me hizo crecer durante los dos años que viví allí, Dubai ha hecho lo mismo de manera exponencial estas primeras cuatro semanas. En cuatro semanas he tenido que:

tomar taxis como un degenerado para ver apartamentos disponibles (conseguir un lugar donde vivir),

comprar absolutamente todo: cama, colchón, lavadora, cocina, nevera, almohadas, mesa, sillas, plancha, mesa de planchar, mesa de noche, pala, escoba, cubiertos y pare de contar;

adaptarme a una nueva oficina de trabajo (y a un nuevo mercado),

organizar un viaje profesional a Egipto (incluyendo los placenteros trámites de visa)

y limpiar.

Desde que me mude a mi casa nueva no he parado de limpiar. Y esto señores, es algo que yo no solía hacer en Londres ni en Caracas. Hoy, en el tercer día del fin de semana largo del Eid, pasé casi tres horas limpiando mi apartamento. Luego de eso, me di cuenta de que 1) es agotador y 2) que no sé cómo hacerlo.

Comencé con el baño y la poceta. Me puse unos guantes y empecé por quitar el sucio que tenían las superficies, del polvo y la tierra de cuando el apartamento estaba siendo construido. Puse un poco de limpiador de baño y luego de pasar un paño mojado por todos lados, me di cuenta de que los guantes estaban empapados y no tenía ningún pañito para secarlos. Por eso, decidí utilizar la alfombra.

Luego quise hacer lo mismo con el área de la regadera, pero como todavía no existe división entre ésta y el resto del baño, el agua se regó por todos lados. En ese momento pensé que era una buena idea pasar coleto.

Luego de pasar coleto, deje secar, pero me di cuenta de que tenía que haber barrido primero. Traté de sacar el sucio (ahora todo empegostado) del piso y barrí lo más que pude. Para un primer intento, el baño quedó decente.

Luego seguí barriendo el resto del apartamento. Concluí que no me puedo andar por el apartamento sin camisa, porque comienzo a dejar pelos por todo el piso (un perrito pues). QUE PESADILLA.

Barrí, barrí y barrí. Mientras más barría, la escoba de porquería que me compré en Ikea votaba más pelusa. La tarea era interminable. En el momento que arrastraba el polvo y los pelos de una lado a otro, la escoba botaba los pegostes y las pelusas que había barrido antes. Que desesperación. Uno no barre hasta cuando termina, sino hasta cuando uno se cansa. Estoy listo.





Fue así también como entendí porque la gente en Londres me ordenaba dejar los zapatos en la entrada de la casa. De lo contrario el sucio de la calle ensuciaría todo. OBVIO. Estas simples verdades solo se aprenden cuando es uno el que barre.

A todas estas, estaba sudando como tapa de olla porque no había prendido el aire acondicionado. Es sólo cuando uno paga todos los servicios cuando el medio ambiente importa. Ahora, no salgo de la casa sin que ninguna luz esté apagada, y sin que ningún enchufe este prendido. Hay veces en que me quedo con la indecisión de si dejar el router del Internet prendido o no. HAY QUE AHORRAR (energía y dinero).

Luego de limpiar no me provoca hacer nada en el apartamento. Siento que mis propios pies ensucian todo lo que piso inmediatamente. Luego de todo este esfuerzo, por supuesto, me dieron ganas de ir al baño, comí, y deje otra cantidad de pelos por el piso. Creo que me voy a volver un maniático si sigo pensando así.

En fin, así me recibe Dubai. Con una pala y una escoba. Si Londres me hizo crecer personalmente, en ver las cosas importantes de la vida y enfocarme en buscar lo que me hace feliz; Dubai hasta ahora me ha enseñado los detalles simples pero esenciales de una vida ordenada. Lo común.

Espero con entusiasmo las lecciones por venir.



Vista desde mi ventana

domingo, 3 de junio de 2012


Siento el corazón colorado de este sentimiento. Es la ausencia de amor.
Es el querer vivir una vida narrada
escrita en un guion
donde los finales no son necesariamente felices o tristes, porque no son importantes.
Lo importante es la historia, el enlace
ese que ahora, no existe.

sábado, 26 de mayo de 2012

miércoles, 2 de mayo de 2012

Haciendo maletas




Comienzo el relato de este viaje desde su final. A casi dos días de irme de Shanghái me doy cuenta de que es justo reportarme con los ausentes lectores de este blog minúsculo, pero sobretodo, con aquellos a los que les prometí que me iba a dedicar a escribir sobre mis experiencias. Debo admitirlo, no escribí nada durante las últimas 6 semanas porque me dio fastidio. Siendo sincero, nunca me sentí inspirado, nada me quitó el aliento. Quizás el asombro por este país es tan grande que todavía no me creo poder estar aquí. Quizás ya montado en el avión me de cuenta de lo vivido. Cuando llegue a Londres espero escribir.

Es este el propósito de esta entrada: ser una “antesala” al “chorro” de inspiración que espero me visite. Por los momentos hago un balance sobre mi aventura en China: lo que dejo y lo que me llevo. Mi maleta.

Primero que nada dejo un pocotón de cosas innecesarias que suman peso a mi equipaje: champú, crema de afeitar, desodorante (me llevo un poco puesto), pasta dental, el plato y la cuchara que compré acá para mis desayunos y cenas, dejo el cable de tres metros que me conecta al internet desde mi cama.
Dejo el estuche viejo de mi iPod por el nuevo que me compré.

Dejo mi manual de supervivencia en Shanghái.

Dejo mi cabello. Literalmente no tengo pelos en la lengua ni en mi cabeza (son minúsculos).

Dejo una perla de jade que compre en Beijing pero ya no se donde esta.

Dejo un poco de mis miedos. Definitivamente dejo el desgano, la tristeza y el mal humor que me amargaron la vida el año pasado. Sin embargo, me llevo la intensidad que hacen que éstos vuelvan de vez en cuando, de lo contrario no podría avanzar. Me llevo nuevos momentos y nuevos amigos.

Me llevo un 0.5% de Mandarín (y muchas de aprender el 99.5% restante) junto con mis anotaciones.
Me llevo una arrogancia infinita por haber dominado el arte de comer con palitos. Creo que invitaré a mis amigos de Londres y el mundo a comer Chino SOLAMENTE para que me vean comer arroz.

Me llevo cuatro temporadas de Mad Men piratas porque en Londres no las consigo. Me llevo mi traje para la graduación, un par de zapatos nuevos, interiores Calvin Klein falsos, una billetera Gucci falsa (más otra Mont Blanc también falsa), una chaqueta de invierno y otra de verano. TODO FALSO Y BARATO. Va conmigo y con todos.

Me llevo fotos, MUCHAS.

Me llevo una emoción enorme por los tiempos que están por venir, y creo que esto ha sido el balance más claro de todo este viaje. En mucho tiempo no me había sentido tan contento. Siento que he sido muy afortunado por todas las experiencias y bendiciones que he tenido. Siento que a pesar de lo que implica la soledad de vivir en Londres, yo he aprendido a vivirla y a transformarla. Si me comparo con el Alejandro que llegó a Londres hace ya casi dos años, hoy me siento todoterreno. Me siento fuerte porque he logrado enfrentar muchos de mis miedos. Siento que hoy estoy recogiendo frutos. Hoy, peligrosamente puedo decir que estoy feliz.

Me regreso a Londres con un mundo más grande. Creo que las oportunidades y las puertas por tocar son demasiadas. Me llevo perspectivas: un grano de arena en el desierto, la rama de un árbol en el bosque.

Hoy recorro caminos y quiero seguir caminando.  



sábado, 28 de abril de 2012


Hoy me levante con ganas de apagar el aire acondicionado, abrir mi balcón y sentir calor del Caribe. Oler la playa.

sábado, 7 de abril de 2012


yo estoy en el último piso de la torre más lejana.


Starway Rayfont Shanghai Nanpu Hotel
Piso 18



sábado, 31 de marzo de 2012

¿Dónde esta Alejandro?




ha sido una pregunta difícil de responder los últimos tres días; y es que he estado en tantos sitios, tan diferentes los unos de los otros que la experiencia parece surreal. Tanto que ya el jet lag perdió su efecto en mí, pues la realidad parece haberse convertido en sueño.

El viernes 23 de Marzo estuve en Londres hasta las 4 de la tarde. Llegamos al aeropuerto a las 10 y media de la mañana para tener un exceso de 3 horas de espera para volar. Me sirvió para comprarme unos doritos, unas gomitas, agua, una cámara fotográfica nueva, comer y tomarme un shot de tequila. Sin embargo, la espera no basto con esas horas. Apenas nos montamos en el avión anunciaron que el vuelo iba a sufrir un retraso de 1 hora y media, que significaba perder la conexión en Doha, Qatar: algo que esperaba desde el fondo de mi corazón. Una hora en el Medio Oriente no era suficiente. Un día, en cambio, fue el tiempo ideal para enamorarme de Doha.

El sábado 24 de Marzo, luego de 6 horas de vuelo en la aerolínea más “cartelua” que he usado, pisé tierra árabe por primera vez. El aire olía a playa y el clima estaba perfecto, por fin no tenía que utilizar abrigos para salir a la calle! Eran alrededor de las 3 de la mañana cuando llegamos al hotel. Las habitaciones eran lujosísimas. Luego de dejar mis cosas, nos fuimos un grupo a caminar por las calles alrededor del hotel que prácticamente estaban desiertas a esa hora. Nos devolvimos al hotel con el primer llamado a oración del día.

Ese sábado fue un día memorable. Nos levantamos tempranito (con dificultad ya que el colchón de la cama era INCREIBLEMENTE suave y cómodo), desayunamos y nos fuimos en tour por la ciudad. Doha parece más un pueblo grande que una metrópoli. Es más, es un pueblito con rascacielos. De las 1.6 millones de personas que viven en todo Qatar, 1.5 de ellas viven en Doha, lo cual para ser la capital de un país, es NADA. Las calles estaban tan desiertas como en la madrugada. Yo digo que de hoy a 10 años es que el país se va a desarrollar (en 2022 van a ser sede del mundial de futbol). El dinero lo tienen.



Luego de almorzar en el mercado principal de Doha (el peor servicio de todos) nos fuimos al desierto, a 40 minutos de la ciudad.

Monte camello.

Manejamos a toda velocidad por las dunas (Bush Gardens o cualquier montaña rusa se queda pendeja con lo emocionante que fue esto).

Nos lanzamos por las dunas inmensas.

Contemplamos el atardecer.

Moje mis pies en el golfo pérsico, mirando hacia la frontera con Arabia Saudita.




Al llegar del desierto nos encontramos con las caras renovadas de nuestros compañeros que habían descansado durante todo el día. Nosotros en cambio, oliendo a camello, con arena en los pies, (piernas, axilas, cejas y pestañas), utilizando la misma ropa con la que nos despedimos de Londres, y con ojeras fantasmales, nos mirábamos complacidos ante la aventura que habíamos vivido y ante la travesía que nos esperaba a unas pocas horas. Cansados pero con el alma sonriente, dormimos como unos bebes en nuestro viaje a China.

En la tarde del domingo 26 de Marzo aterricé en por primera vez en tierra asiática. Yo llegué a Shanghái pensando en Doha. 




lunes, 30 de enero de 2012

Cuando espero que veas la forma, tu ves el fondo. 

¿Cómo hacerte ver lo que yo quiero que veas?

domingo, 22 de enero de 2012

De tarde en Barcelona

Un amigo en Londres una vez me dijo que no existe mejor sentimiento que la emoción de ver a tus mejores amigos después de mucho tiempo. Que nada se compara con eso.

Yo me levanté con una ligera dosis de ese sentimiento la madrugada del 7 de Agosto de 2011, cuando tomaría un avión a Barcelona. Allí, finalmente, luego de 203 días de espera, iba a rencontrarme con mis amigos de toda la vida, miembros principales de mi hogar en Venezuela. De allí, nos iríamos de caravana por Europa.

Llegué a Barcelona trasnochado, cansado y muerto de sed. Luego de caminar interminables calles buscando el hostal, tenía la convicción de que nos habían engañado y que el hostal no existía, de que nos habían robado los reales. Después de mucho buscar, lo conseguí. Dejé mis cosas y me fui a comer. Rafael, Pedro, Soto, Pancho y Cheo llegarían más tarde.  



A medida de que pasaba el tiempo mi emoción crecía cada vez más.

Nunca podré olvidar como me sentí cuando tomábamos shots de Whisky (horriblemente caliente) en el infernal verano Catalán. Estábamos todos en nuestro cuarto poniéndonos al día. Fue un momento en el que pude saborear el presente, sonreír y disfrutar el solo hecho de tenerlos en frente de mí. No lo podía creer. Yo me regodeaba ante la cantidad de días que íbamos a pasar juntos. Placer que en se momento parecía infinito, pero que luego, a medida de que pasaría los días, se convertiría de nuevo en costumbre:

La costumbre o el privilegio de estar con ellos, acá en Europa, acostumbrados, sin sobresaltos. La costumbre del hogar.




Y así, la emoción se derrochó la primera noche de manera fugaz. Tomamos, salimos, comimos (muy, MUY mal) y finalmente caímos rendidos.





Que felicidad. Al fin pude respirar de nuevo. Oxígeno puro.




domingo, 15 de enero de 2012

sábado, 14 de enero de 2012

23 Highbury New Park

Yo no lloro.

Yo lloro cuando me veo a mi mismo en tercera persona.  Cuando me paro y digo: pobre Alejandro, en que situación se ha metido.

Mira como desvía su mirada, como en el momento indicado aprovecha para irse de la fiesta, se monta en el bus que va a casa, se sienta y cierra los ojos.

Mira como se devuelve solo. Como camina lento con los ojos ya empapados. Esta tullido de frío.

Mira como quiebra en llanto.

Mira como nadie lo escucha, solamente yo.

Me da lástima.

Yo me bajo del bus y camino junto él.  Me siento a su lado y comparto con él su dolor, aunque él no lo note. Me uno a su tristeza y a su soledad, aunque esto no sirva de nada.

De repente, sin darme cuenta, yo también estoy llorando. Su llanto es el mio y su dolor atraviesa mi pecho como un tubo oxidado. Por el frio, me acurruco frente a los arboles que decoran la calle.

Luego me paro

me voy para la casa

y escribo. 

viernes, 6 de enero de 2012

Descompuesto

Ya hace más de 4 años que no como en McDonald’s (no porque no me guste, sino porque sé que es muy malo para la salud). Esta fue una decisión que tome voluntariamente antes de irme a Estados Unidos por 9 meses  porque temía ponerme gordo. Esto no hizo ninguna diferencia ya que igual volví como una pelota.

Aun cuando paso cerca de un McDonald mis papilas deliran por probar otra vez una papita frita. Me pregunto: como será comer McDonald’s de nuevo, después de tanto tiempo? El 21 de Octubre esta promesa cumple 5 años.

Esta es la analogía mas halada por los pelos para poder explicar cómo me siento respecto a mi visita a Venezuela y mi ahora inminente regreso a Londres. El tan solo hecho de pensar que en 10 horas estaré de vuelta en esa fría, pálida pero increíble ciudad, sin saber que en al menos un año estaré de vuelta en casa me noquea (es esa una palabra?). Me deja en el piso. Descompuesto.

Hace un año estaba en una situación similar: había pasado dos meses afuera, estaba disfrutando las navidades en Venezuela y pronto volvería a Londres para no regresar a Caracas en un año. Estaba un poco más animado, preparado, pues solo había estado dos meses fuera de casa.

Hoy es distinto. Ya ese año paso y solo estuve un mes acá. Ese mes, comparado con todo el año que espere, ha pasado volando. Como un relámpago. Ya me toca volver a empezar, y es eso lo que no quiero. Comenzar el ciclo.

Porque espere demasiado! Porque fue hoy, cuando me tuve que despedir de mi hermana, de mi sobrina, de mis mejores amigos y de mi familia, que me recordé que no hubo un día, en todo ese año, en que no haya pensado en Venezuela: mi hogar. Fue demasiado remar, demasiado esperar para tan corto y fugaz placer. Se sentirá siempre así?

Creo que si volviera a comer McDonald’s sería lo más increíble de la vida, pero se acabaría en que, 15 minutos? Cuanto tendré que esperar de nuevo? Esto es como pasar todo el día cocinando un pernil de navidad para devorarlo enseguida. Los momentos con los seres queridos no deberían ser limitados. Sin embargo, en mis circunstancias siempre lo serán. Lo detesto.

Detesto tener a Venezuela como mi ancla. Que el país este tan destruido que sea incapaz de ofrecerme todo el bienestar que una patria prestada, como Inglaterra, me da siendo extranjero. A pesar de esto, todo lo que quiero y me hace falta esta en Venezuela. En Londres no hay nada que extrañe. Yo vivo en Inglaterra, pero es aquí, en Venezuela, donde está mi corazón. Lo demás es solamente un hogar temporal. Soy un nómada esperando volver a casa.