Atardecer en Dubai

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sábado, 8 de diciembre de 2012

India Parte II: Mussoorie


Estoy en India y no lo puedo creer. Me encuentro ahorita en un hotel en el pueblo de Mussoorie, en las montañas vecinas a los Himalayas. No sé a cuántos metros de altura estoy, pero aquí hace como 9 grados centígrados. Menos mal que me traje el abrigo apocalíptico de invierno que me compre en Shanghái hace ya varios meses. ¡Por fin me lo estreno!

Me levanté a la 1 de la mañana en mi apartamento en Dubái y mi cuerpo estaba en estado de shock pues apenas había dormido dos horas. Un taxi me pasaría buscando media hora más tarde para así estar en el aeropuerto puntualmente a las dos. El vuelo a Delhi estaba pautado para las 4:40 de la mañana, y yo, como buen venezolano, quería estar con suficiente tiempo antelación "por si acaso". Viajar desde La Guaira sinceramente nos ha generado un trauma de por vida a todos; bueno, al menos a mí.

Luego de 3 horas de viaje llegamos a la capital de India. En India la gente cuando saluda dice dice Namasté. Esto me emocionó muchísimo ya que había aprendido su significado en las clases de Yoga que iba en Londres: "Yo saludo la luz de Dios que está en ti y en mí, eternamente en nuestros corazones". Desde el principio, estuve seguro de que este viaje, así fuera de trabajo, iba a ser increíble.

Tomamos nuestras maletas y nos chequeamos en nuestro siguiente vuelo. A pesar de las expectativas, el aeropuerto de Delhi es súper moderno. Esta cubierto de alfombra, tienes estatuas espectaculares -elefantes, posturas de Yoga, etc. - y fuentes con pétalos de flores en cada esquina.  Al llegar a la terminal principal nos recibía una músico India cantándonos "I'm Yours" de Jason Mraz, dándole un toque tropical a la truculenta mañana. Por un momento me sentí en Hawái (aunque yo nunca haya estado allí). Comimos.

Sin salir del aeropuerto y con un retraso de 1 hora, partimos hacia Dehradun.

Llegamos con una hora de retraso porque al parecer en India es normal que todos los vuelos lleguen y salgan tarde. El aeropuerto de Dehradun es tan pequeño que uno se puede bajar del avión y caminar por la pista hacia la terminal, lo único que faltaba era que sacaran las maletas en la pista y nos fuéramos. Afuera, un chofer ya nos esperaba. Nos montamos en el carro y de allí rodamos dos horas hasta nuestro destino. De nuevo, fue desde la ventana de un carro que conocí todo.

Todo el trayecto me recordó mucho de las carreteras en Venezuela. Habían árboles por todos lados y de vez en cuando veíamos casitas o quioscos vendiendo comida. Yo estaba emocionado por ver los avisos escritos en Hindi. Los "leía" de derecha a izquierda como si fuera Árabe, jajá, pero luego me enteré que se lee al revés.





Lo que más me encantó fue ver familias de monos a cada lado de la calle: ¡increíble! si uno en Venezuela solo ve perros, en India uno ve monos y vacas. Las vacas caminan libres por las calles, son animales sagrados.





Comenzamos a subir la montaña pasando varios pueblos. La temperatura comenzó a bajar y la comida en mi estómago a subir. Entre curva y curva el carro iba a millón porque ya era tarde para nuestra primera cita en uno de los colegios. En cada una de ellas el chofer sonaba la corneta para que los conductores del otro lado supieran que alguien venia. Yo enserio creo que en esta parte del mundo existe un código secreto al manejar, algo que hace que todos los carros entiendan por donde van y así puedan pasar a milímetros de distancia uno del otro sin problema. Yo estaba mareado y aterrorizado de no saber si en segundos iba a estar estripado por otro carro o cayendo por el barranco en cada curva. Al final llegamos sanos y salvos, directos a hacer entrevistas a estudiantes. Eran las 6 de la tarde y nuestro día de trabajo apenas comenzaba.



Terminamos a las 8 y nos fuimos al hotel. ¡Al fin! El hotel tenía una ambiente de cabaña. Me sentí como en la Colonia Tovar. Cené mi primera comida India con un poco de temor ya que yo odio el picante. Al final no estuvo nada mal, pero si un poquito picante para mi gusto. Esa mínima porción hizo que al día siguiente fuera al baño, en llamas.

Nos fuimos directo a dormir. El día siguiente nos tocaría visitar otra escuela, regresar a Delhi y tener citas con estudiantes en el hotel. Dormí.

Al levantarme abro la ventana de mi hotel y este es mi amanecer:




Namasté.







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