Atardecer en Dubai

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lunes, 3 de diciembre de 2012

India Parte I: Pesadilla en Clase Ejecutiva


        La primera vez que me regresé de Egipto mi colega Marie y yo decidimos tomar un vuelo de FlyDubai, desde Alejandría hasta Dubái, a las 12 de la noche, un Sábado. Habíamos estado trabajando casi todo el día, viajando cuatro horas desde Cairo y luego pajareando información a estudiantes hasta tarde en la noche. Estábamos exhaustos, y para más colmo el vuelo se había retrasado. Ambos teníamos pensado dormir durante las 3 horas y media de viaje, y así llegar un poco frescos a la oficina. Pero fue inocente soñar...

FlyDubai resultó ser una de esas aerolíneas baratas e incómodas que te llevan de un lugar a otro sin asientos reclinables, sin comida y sin bebida. El vuelo estaba lleno y tuvimos la grandiosa suerte de ir rodeados de familias egipcias con sus bebés, llorando y gritando todo el tiempo. Ese fue el peor viaje de la vida. Una pesadilla.

Comienzo el primer capítulo de mi viaje a India con esta breve introducción porque representa todo lo opuesto a la manera en que viaje a Delhi la semana pasada. En esta ocasión mi jefe y yo llegamos al aeropuerto de Dubái en la madrugada, nuestro vuelo salía a las 4:40 am. Conscientes del largo día que nos esperaba al llegar a India, sabíamos que íbamos a tener que dormir algo en el avión para así no parecer zombies frente a los estudiantes que íbamos a entrevistar. Esta vez viajábamos con Emirates Airlines, así que al menos algo de sueño íbamos a consolar.

En esta ocasión el universo decidió hacer justicia y reponer la que me había hecho en Egipto. Mi jefe por ser miembro dorado lo subieron a primera clase; y él, a su vez, decidió donar parte de sus millas para que a mí me pasaran a clase ejecutiva. Fuimos al lounge ejecutivo, y a las 3 de la mañana desayunamos y yo me llevé todas las revistas interesantes que ofrecían libremente a los usuarios: TIMES, The Economist y Foreign Affairs. Increíble.

  Al existir una distinción entre primera clase y clase ejecutiva pensé que la diferencia entre la segunda y la económica no iba a ser mucha. Pero afortunadamente estaba equivocado. Clase ejecutiva fue el paraíso, literal. Estaba en el cielo.

Abordé el avión de primero, entrando por un pasillo exclusivo para que uno no tenga contacto con el resto de los mortales. De la emoción, al llegar a mi asiento comencé a tomar fotos de todo. Tenía un televisor al frente, y una pantalla a mano derecha para controlar la manera en que se movía mi asiento, el volumen, la luz y la atención de las aeromozas. Había un botón para subir una separación con los asientos de al lado y así tener un poco más de "privacidad".

Me senté y me sirvieron jugo de naranja. Con almohada, cobija y asientos más cómodos de lo normal, me lamenté que el viaje no iba a ser más largo. Cuando pensé que las cosas no se podían ser mejor, me enteré de que el asiento se podía poner en 180 grados como una cama. Estaba listo. Despegamos y yo me dormí. Adiós Dubái.

Me levantó el olor a comida y las ganas de ir al baño. No sabía cuánto tiempo quedaba de vuelo, sólo quería encontrar el baño. En eso subo las escaleras, voy al baño y luego veo que la puerta de la cabina de control, donde están los pilotos, está abierta.  Hecho el loco, entro y saludo a los colegas. Ellos no me prestan mucha atención pues esta pendientes de lo que está pasando frente al avión. Me asomo y veo una cantidad de tornados moviéndose por la tierra debajo de nosotros. "Estamos pasando por Iraq, tienes que devolverte a tu asiento ya que vamos a pasar por un área de turbulencia".

¿Iraq?

Me senté en mi asiento y puse en el televisor la cámara externa del avión para ver lo que sucedía afuera. De repente ocurre un vuelco, la velocidad aumenta, las aeromozas se caen y yo me agarro de mi asiento. A todo volumen habla el piloto y dice que vamos en caída, que en menos de 10 segundos nos estrellaremos. "Les quedan 10 segundos de vida, 16 respiraciones, 60 latidos de corazón..." Antes de estrellarnos, veo todo negro, me doy cuenta de que estoy soñando.

Me quiero terminar de despertar. Ya consciente, me quiero mover y no puedo. Me encontraba en uno de esos vacíos en el que la mente se despierta primero que el cuerpo. Desesperante. Pasan unos largos segundos y al fin logro abrir los ojos y levantarme del asiento. Todo había sido una pesadilla. Que susto.

Respiro profundo, me cambio de posición, pienso en esta entrada y decido seguir durmiendo. Media hora más tarde me levantan: ya estamos aterrizando en Delhi. Me siento en mi asiento de clase ejecutiva y me deleito con la idea de que yo nunca he soñado en un avión. Uno siempre duerme incómodo e intranquilo. Sin embargo en clase ejecutiva uno no solamente sueña sino hasta puede tener pesadillas. El confort no tiene límites. "Esta es sin duda la manera de viajar" me dije.  Sólo queda esperar a tener la misma suerte la próxima vez.

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