Atardecer en Dubai

Atardecer en Dubai

viernes, 29 de abril de 2011

Programación

Hay demasiados eventos que tengo pendientes por escribir en el blog. En el último mes fui para Paris de vacaciones, vino mi hermano Alfredo a visitarme, fui para Roma, perdí mi iPOD, comencé las clases y (por fin) pasó la boda real.
De lo último no voy a hablar. Al menos no por ahora.
Yendo al grano, solo escribo esta entrada para que ustedes, mis lectores (si es que alguien lee este blog) sepan que PRONTO voy a escribir.
La próxima entrada será sobre Paris (Belle Paris).
Luego sobre Roma, y mi desencanto con la ciudad.
Sobre como la impaciencia, la ansiedad y mis ganas de dármelas de intenso me están dejando sin cabello (y sin vida).
Y por último, sobre mis impresiones sobre la boda real (tenía que hacerlo).
¿Les parece?
Continuará.

domingo, 10 de abril de 2011

Mi umbral

Mi profesor de castellano de cuando estaba en Bachillerato, Miguel Ángel Nieves, en clases y en los talleres de poesía que dictaba, nos habló de que en la vida estamos constantemente cruzando umbrales. Puertas que nos llevan a lo desconocido: al amor, a la soledad, a nuevas etapas de vida o incluso a la muerte. Que miedo.
Yo cuando me vine a vivir a Londres crucé un umbral. ¿Habré dejado el nido? ¿Fue el comienzo de mi vida adulta? ¿Volveré a vivir en Venezuela? ¿Estaré de nuevo en mi hogar o tendré que encontrar uno por mi cuenta? No lo sé, y creo que todavía no lo sabré.
Sin embargo, me doy cuenta de que crucé a un espacio donde solo existe el silencio; lo necesario para poder escucharme a mí mismo. Un espacio para soñar y construir mi propia vida.
Mi rutina, mí día a día en Londres es lo que he diseñado. Mis secretos, mis demonios encontrados, mis alegrías, mis nuevas metas, todo forma parte de este mundo que he comenzado a descubrir. Mi mundo al cual mi hermano me vino a visitar.
La emoción que sentí al ver a mi hermano Alfredo pasar por la puerta de inmigración del aeropuerto fue inesperada. Naturalmente estaba muy emocionado, pero nunca pensé que la alegría de verlo se transformaría en lágrimas. Lágrimas que difícilmente pude contener para no ser tan dramático. Estar con mi hermano de nuevo fue como si nunca me hubiera ido de Caracas. Nuestra conversación fue casual, cómoda, al ritmo que siempre hemos tenido él y yo.
Pero algo cambió. Por primera vez le hablé de mis sentimientos, mis inquietudes y de mis interrogantes ante esta nueva vida que se va desglosando ante mis ojos. Esto nunca lo había compartido con él antes. ¿Será que he crecido?
Le conté de mi mundo, le enseñe mi ciudad, le hablé sobre la universidad y mi reciente reconocimiento de que Relaciones Internacionales no es mi pasión, le expliqué mis conflictos internos sobre mi trabajo, mis aspiraciones y le mostré la manera en que vivo ahora (bueno, el primer día solo pude mostrarle un vistazo).
Y me pregunto si él se preguntará cómo logré hacer todo esto. Lo digo porque al pasar todo el día con él, caí en cuenta de todo lo que he hecho y de lo que he logrado hacer desde que me fui. Entendí lo independiente que estoy siendo; de cómo he emprendido este viaje solo. ¿Será que Jenny, mi mamá, mi papá se preguntarán que estoy haciendo de vez en cuando, cómo es mi vida más allá de los correos y los mensajes de Blackberry? Sin querer, de nuevo, vi  mi vida en tercera persona.
Este silencio ha hecho que mi voz sea mi propia guía, pero también mi propio tormento. Este silencio hace que mi alma me hable directamente, pero a su vez hace que ésta sea más vulnerable a mi ego, a mi mente que a veces es incontrolable, poderosa y lamentablemente traicionera. Me confundo.
Ver a mi hermano fue abrir de nuevo una herida. Una herida que tenía anestesiada desde que me fui. Es volver a mirar atrás a esa puerta que cerré, ese umbral que pasé, ese mundo –mi hogar- que dejé. Ahora lloro otra vez por la despedida que tuve en Maiquetía hace unos meses, e incluso lloro por el futuro adiós que tendré que vivir cuando mi hermano vuelva a Venezuela.
Porque no es lo mismo ver a mi hermano acá en Londres que verlo a través de Skype o escribirle por Facebook o cualquier otro medio. OBVIO. Lo último es solo ver a mi hermano, a mi familia o a mis amigos a través de una ventana, no significa tener que abrir de nuevo la puerta.
Ya nada será igual.
¿Será mejor?

viernes, 1 de abril de 2011