Atardecer en Dubai

Atardecer en Dubai

miércoles, 22 de mayo de 2013


que absurdo es que, en un mundo tan solitario, nos alejemos tratando de buscar nuestro espacio

ahora somos dos extraños

nos ignoramos, como si nunca nos hubiéramos conocido

como si nada

te miro

tú me miras

nos miramos

pero ya ambos somos parte de otra vida.


martes, 8 de enero de 2013

Void (editado)


Hoy me fui de Venezuela, de nuevo.

De esta visita me voy más triste y confundido que la última vez. Y es que esta vez la pasé increíblemente.

Aunque no pude ir a la playa (ya no me hace tanta falta como cuando vivía en Londres), las tres semanas que estuve en Venezuela pude ver a mis amigos del alma, disfrutar a mis sobrinas, abrazar a mi mamá y a mi hermana, conocer gente nueva, tener un mini-crush solitario (y sin sentido) y cuidar de mi papá por un día. Fueron tres semanas intensas y memorables.

Me voy triste y confundido porque por primera vez cuestiono la manera en que estoy viviendo mi vida: ¿Cómo debo balancear mi carrera profesional con mi bienestar personal?

¿Soy feliz?

No lo sé, pero siento que no lo soy.

No soy feliz porque siento que a pesar de estar viviendo una vida jamás imaginada hace 2 años que me fui, me encuentro solo y sin lugar. Es cierto, vivo en Dubái, tengo un apartamento, tengo un buen trabajo, soy independiente... ¿pero de qué me sirve todo esto si no estoy con la gente que amo?

Esta visita a Venezuela me recordó que mi hogar sigue siendo Caracas y no Londres como yo soberbiamente pensaba; que mis cariños, mis lugares y la ilusión de conseguir a alguien están presentes acá y no en ningún otro lugar. ¡Qué peo!

Es un problema porque no sé si pueda volver a Venezuela, o si sea lo "mejor" para mí. Tengo miedo a no encajar, a arrepentirme luego de un par de meses o a que mis querencias se vayan del país.

[¿Qué es lo "mejor" para mí? : ¿Ser exitoso en soledad o vivir sencillamente pero acompañado?]

¿Por qué estoy empeñado en que solamente en Venezuela podré vencer a mi soledad? ...y es que si me regreso a Venezuela, ¿qué haría?

Siento que no puedo estar en mi hogar porque la situación general de la sociedad me obstinaría.
Vivir en Caracas no es una opción para mí. ¿Enserio?

Siento que vivo muy lejos y que ir a Venezuela una vez al año no es suficiente.

Mi problema no es solamente que extraño mis raíces, sino que no sé en qué dirección ir. No sé lo que quiero hacer.

Quiero un break.

Yo pensé que Dubái lo sería, pero no. Me he dado cuenta de que mi trabajo es difícil y requiere de mucha dedicación. Tengo miedo a desgastarme.

Tengo mucho miedo.

Siento un vacío.

Quiero sentirme bien.
 





sábado, 8 de diciembre de 2012

India Parte II: Mussoorie


Estoy en India y no lo puedo creer. Me encuentro ahorita en un hotel en el pueblo de Mussoorie, en las montañas vecinas a los Himalayas. No sé a cuántos metros de altura estoy, pero aquí hace como 9 grados centígrados. Menos mal que me traje el abrigo apocalíptico de invierno que me compre en Shanghái hace ya varios meses. ¡Por fin me lo estreno!

Me levanté a la 1 de la mañana en mi apartamento en Dubái y mi cuerpo estaba en estado de shock pues apenas había dormido dos horas. Un taxi me pasaría buscando media hora más tarde para así estar en el aeropuerto puntualmente a las dos. El vuelo a Delhi estaba pautado para las 4:40 de la mañana, y yo, como buen venezolano, quería estar con suficiente tiempo antelación "por si acaso". Viajar desde La Guaira sinceramente nos ha generado un trauma de por vida a todos; bueno, al menos a mí.

Luego de 3 horas de viaje llegamos a la capital de India. En India la gente cuando saluda dice dice Namasté. Esto me emocionó muchísimo ya que había aprendido su significado en las clases de Yoga que iba en Londres: "Yo saludo la luz de Dios que está en ti y en mí, eternamente en nuestros corazones". Desde el principio, estuve seguro de que este viaje, así fuera de trabajo, iba a ser increíble.

Tomamos nuestras maletas y nos chequeamos en nuestro siguiente vuelo. A pesar de las expectativas, el aeropuerto de Delhi es súper moderno. Esta cubierto de alfombra, tienes estatuas espectaculares -elefantes, posturas de Yoga, etc. - y fuentes con pétalos de flores en cada esquina.  Al llegar a la terminal principal nos recibía una músico India cantándonos "I'm Yours" de Jason Mraz, dándole un toque tropical a la truculenta mañana. Por un momento me sentí en Hawái (aunque yo nunca haya estado allí). Comimos.

Sin salir del aeropuerto y con un retraso de 1 hora, partimos hacia Dehradun.

Llegamos con una hora de retraso porque al parecer en India es normal que todos los vuelos lleguen y salgan tarde. El aeropuerto de Dehradun es tan pequeño que uno se puede bajar del avión y caminar por la pista hacia la terminal, lo único que faltaba era que sacaran las maletas en la pista y nos fuéramos. Afuera, un chofer ya nos esperaba. Nos montamos en el carro y de allí rodamos dos horas hasta nuestro destino. De nuevo, fue desde la ventana de un carro que conocí todo.

Todo el trayecto me recordó mucho de las carreteras en Venezuela. Habían árboles por todos lados y de vez en cuando veíamos casitas o quioscos vendiendo comida. Yo estaba emocionado por ver los avisos escritos en Hindi. Los "leía" de derecha a izquierda como si fuera Árabe, jajá, pero luego me enteré que se lee al revés.





Lo que más me encantó fue ver familias de monos a cada lado de la calle: ¡increíble! si uno en Venezuela solo ve perros, en India uno ve monos y vacas. Las vacas caminan libres por las calles, son animales sagrados.





Comenzamos a subir la montaña pasando varios pueblos. La temperatura comenzó a bajar y la comida en mi estómago a subir. Entre curva y curva el carro iba a millón porque ya era tarde para nuestra primera cita en uno de los colegios. En cada una de ellas el chofer sonaba la corneta para que los conductores del otro lado supieran que alguien venia. Yo enserio creo que en esta parte del mundo existe un código secreto al manejar, algo que hace que todos los carros entiendan por donde van y así puedan pasar a milímetros de distancia uno del otro sin problema. Yo estaba mareado y aterrorizado de no saber si en segundos iba a estar estripado por otro carro o cayendo por el barranco en cada curva. Al final llegamos sanos y salvos, directos a hacer entrevistas a estudiantes. Eran las 6 de la tarde y nuestro día de trabajo apenas comenzaba.



Terminamos a las 8 y nos fuimos al hotel. ¡Al fin! El hotel tenía una ambiente de cabaña. Me sentí como en la Colonia Tovar. Cené mi primera comida India con un poco de temor ya que yo odio el picante. Al final no estuvo nada mal, pero si un poquito picante para mi gusto. Esa mínima porción hizo que al día siguiente fuera al baño, en llamas.

Nos fuimos directo a dormir. El día siguiente nos tocaría visitar otra escuela, regresar a Delhi y tener citas con estudiantes en el hotel. Dormí.

Al levantarme abro la ventana de mi hotel y este es mi amanecer:




Namasté.







lunes, 3 de diciembre de 2012

India Parte I: Pesadilla en Clase Ejecutiva


        La primera vez que me regresé de Egipto mi colega Marie y yo decidimos tomar un vuelo de FlyDubai, desde Alejandría hasta Dubái, a las 12 de la noche, un Sábado. Habíamos estado trabajando casi todo el día, viajando cuatro horas desde Cairo y luego pajareando información a estudiantes hasta tarde en la noche. Estábamos exhaustos, y para más colmo el vuelo se había retrasado. Ambos teníamos pensado dormir durante las 3 horas y media de viaje, y así llegar un poco frescos a la oficina. Pero fue inocente soñar...

FlyDubai resultó ser una de esas aerolíneas baratas e incómodas que te llevan de un lugar a otro sin asientos reclinables, sin comida y sin bebida. El vuelo estaba lleno y tuvimos la grandiosa suerte de ir rodeados de familias egipcias con sus bebés, llorando y gritando todo el tiempo. Ese fue el peor viaje de la vida. Una pesadilla.

Comienzo el primer capítulo de mi viaje a India con esta breve introducción porque representa todo lo opuesto a la manera en que viaje a Delhi la semana pasada. En esta ocasión mi jefe y yo llegamos al aeropuerto de Dubái en la madrugada, nuestro vuelo salía a las 4:40 am. Conscientes del largo día que nos esperaba al llegar a India, sabíamos que íbamos a tener que dormir algo en el avión para así no parecer zombies frente a los estudiantes que íbamos a entrevistar. Esta vez viajábamos con Emirates Airlines, así que al menos algo de sueño íbamos a consolar.

En esta ocasión el universo decidió hacer justicia y reponer la que me había hecho en Egipto. Mi jefe por ser miembro dorado lo subieron a primera clase; y él, a su vez, decidió donar parte de sus millas para que a mí me pasaran a clase ejecutiva. Fuimos al lounge ejecutivo, y a las 3 de la mañana desayunamos y yo me llevé todas las revistas interesantes que ofrecían libremente a los usuarios: TIMES, The Economist y Foreign Affairs. Increíble.

  Al existir una distinción entre primera clase y clase ejecutiva pensé que la diferencia entre la segunda y la económica no iba a ser mucha. Pero afortunadamente estaba equivocado. Clase ejecutiva fue el paraíso, literal. Estaba en el cielo.

Abordé el avión de primero, entrando por un pasillo exclusivo para que uno no tenga contacto con el resto de los mortales. De la emoción, al llegar a mi asiento comencé a tomar fotos de todo. Tenía un televisor al frente, y una pantalla a mano derecha para controlar la manera en que se movía mi asiento, el volumen, la luz y la atención de las aeromozas. Había un botón para subir una separación con los asientos de al lado y así tener un poco más de "privacidad".

Me senté y me sirvieron jugo de naranja. Con almohada, cobija y asientos más cómodos de lo normal, me lamenté que el viaje no iba a ser más largo. Cuando pensé que las cosas no se podían ser mejor, me enteré de que el asiento se podía poner en 180 grados como una cama. Estaba listo. Despegamos y yo me dormí. Adiós Dubái.

Me levantó el olor a comida y las ganas de ir al baño. No sabía cuánto tiempo quedaba de vuelo, sólo quería encontrar el baño. En eso subo las escaleras, voy al baño y luego veo que la puerta de la cabina de control, donde están los pilotos, está abierta.  Hecho el loco, entro y saludo a los colegas. Ellos no me prestan mucha atención pues esta pendientes de lo que está pasando frente al avión. Me asomo y veo una cantidad de tornados moviéndose por la tierra debajo de nosotros. "Estamos pasando por Iraq, tienes que devolverte a tu asiento ya que vamos a pasar por un área de turbulencia".

¿Iraq?

Me senté en mi asiento y puse en el televisor la cámara externa del avión para ver lo que sucedía afuera. De repente ocurre un vuelco, la velocidad aumenta, las aeromozas se caen y yo me agarro de mi asiento. A todo volumen habla el piloto y dice que vamos en caída, que en menos de 10 segundos nos estrellaremos. "Les quedan 10 segundos de vida, 16 respiraciones, 60 latidos de corazón..." Antes de estrellarnos, veo todo negro, me doy cuenta de que estoy soñando.

Me quiero terminar de despertar. Ya consciente, me quiero mover y no puedo. Me encontraba en uno de esos vacíos en el que la mente se despierta primero que el cuerpo. Desesperante. Pasan unos largos segundos y al fin logro abrir los ojos y levantarme del asiento. Todo había sido una pesadilla. Que susto.

Respiro profundo, me cambio de posición, pienso en esta entrada y decido seguir durmiendo. Media hora más tarde me levantan: ya estamos aterrizando en Delhi. Me siento en mi asiento de clase ejecutiva y me deleito con la idea de que yo nunca he soñado en un avión. Uno siempre duerme incómodo e intranquilo. Sin embargo en clase ejecutiva uno no solamente sueña sino hasta puede tener pesadillas. El confort no tiene límites. "Esta es sin duda la manera de viajar" me dije.  Sólo queda esperar a tener la misma suerte la próxima vez.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Rápido y Furioso: Cairo Drift








Sí, estas son las únicas fotos que tengo de Egipto porque -para variar- se me quedó la cámara en Dubai (una realización que sólo ocurrió cuando ya estaba montado en el avión). Estas fueron tomadas en mi último día, con la feliz cámara de mi iPod touch.

Si nunca han ido a la capital de Egipto, pues cuando vayan, ármense de paciencia pues es una ciudad bien "peculiar". Si tuviera que describirla, diría que es una ciudad a la que le falta mantenimiento, como si la hubieran dejado de limpiar desde hace unos años ya. Todo es marrón, los edificios parecen estar cubiertos de tierra y la mayoría de ellos todavía están en construcción. El paisaje es árido por supuesto. Pero en vez de ver desiertos eternos, uno ve más roca que arena. Imagínense un terreno donde abrieron huecos y sacaron tierra para escavar pero lo dejaron así. Multipliquen esa imagen por mil y tienen a Cairo.

Esta es la segunda vez que vuelo a Egipto, y yo todavía no he tenido chance de visitar las pirámides. En estos viajes de "trabajo" uno solamente tiene el chance de experimentar las ciudades desde la ventana del hotel o de un carro. Pero a pesar del crimen de no poder hacer ni un poquito de turisteo en Egipto, es notable reconocer que uno aprende mucho de la ciudad -y de su gente- con sólo recorrer sus calles. Las siguientes líneas es un retrato preliminar de Cairo... y su tráfico. 
Como siempre, la agenda estaba llena. Para los dos días que iba a estar en la ciudad contraté un chofer que me llevara de un lugar a otro. A pesar de su gentileza y sus buenas ganas de trabajar, éste no resultó ser el mejor chofer:

Resulta que el brother hablaba mínimo de Inglés. Durante los días de mi visita aprendí magistralmente como hacer énfasis en las palabras (así como haría un profesor de preescolar) y a comunicarme por señas. Tanto fue mi esfuerzo, que luego al dirigirme a cualquier otra persona le hablaba de la misma manera. "MEETING AT 11, PICK UP 11 AND HALF"

Además, parecía que no conocía ninguno de los lugares a los que tenía que ir. Obviamente sí conocía las diferentes zonas, pero fue una sorpresa grata (?) cuando el primer día, yendo a la primera cita que tenía, me encontré dándole YO direcciones al chofer sobre a dónde teníamos que ir. LIKE A BOSS. Mi memoria fotográfica de las escuelas a las que fui en mi viaje pasado resultó ser mejor de lo que yo pensaba. Todo esto mientras escuchábamos canciones interminables en Árabe. 

Para más colmo, el señor manejaba LENTO. Yo no es que sea el corredor más rápido de todos, pero las distancias en Cairo ya son bastante largas para uno ir a 70 km por hora, todo el tiempo. 
Así como en Caracas, en Cairo el tráfico forma parte de la vida diaria pero diez veces más intensamente. Si en Caracas puedes encontrar algunos conductores a toda velocidad cambiándose de canal a cada rato para pasar a los demás, en Cairo TODOS son así. Yo no sé para que se toman la molestia de dibujar los canales en el pavimento si al final cada quien va por donde mejor le parezca. La regla es cambiarse de canal y si permaneces en un canal por más de 5 segundos pierdes. Es una locura. 

Todo el mundo usa la autopista, y con esto me refiero literalmente a todos. Carros, animales y humanos. Es normal, por ejemplo, ver cruzar a una familia la autopista principal caminando, a pesar de los miles de carros que se aproximan a todo motor. Relajado. 

O, ver carretas de frutas llevadas por caballos o mulas. Yo no podía creer lo que veía cuando en el medio de una calle en el centro, un hombre salto de su carreta a recoger cinco naranjas que se habían caído. Las recoge y se devuelve corriendo a toda velocidad al caballo que, a todas estas, seguía avanzando sin jinete por la calle. WTF.

Más terrorífico todavía fue cuando le pasé mi celular al chofer para que alguien le diera direcciones a dónde íbamos. En ese momento, lo llaman de repente a su celular. El hombre sin dudar ni un segundo, atiende el móvil con la otra mano y por 10 segundos vamos por la calle sin tocar el volante. 

Entre muchas otras cosas, parece ser que a los Egipcios les encanta manejar acercándose lo más posible a los carros alrededor. Parado en un semáforo, vi al carro de al lado frenar milímetros atrás del primer carro en la cola. Yo podría jurar haberlos visto chocar. Cuando veo que no, y me sorprendo, el conductor del carro se ríe y me dice algo en Árabe que no entiendo. Yo me río también y pretendo entenderle. En Egipto no se disfruta si enserio no tienes un buen sentido del humor. 

Cada minuto uno tiene la sensación de que va a chocar. Yo me la vivía frenando en vano con mis pies en el asiento del copiloto. Créanme, es lo más desesperanzador que existe. Al final, uno solo debe relajar el cuerpo y entregarse. 

Pero Cairo no es solo tráfico ni gente desquiciada. Es una ciudad súper auténtica. A pesar del caos, el Nilo se descubre resteado e imponente. 

Las pirámides se logran ver desde la autopista -ahora trancada de carros-  como tres estructuras extraterrestres. 

Sin duda, una ciudad por explorar.

¡Hasta la próxima!

martes, 6 de noviembre de 2012

El Olvido



Desde este universo paralelo me pregunto si la gente piensa en mí, si en algún momento del día se acuerdan de Alejandro, y suspiran añorando un pasado compartido.

Desde este universo paralelo me siento lejano. Tan lejano que no dejo de hacerme estas preguntas.

¿Me extrañaran mis amigos?

¿Habrá pensado en mi?

¿Se imaginarían mi mamá, papá o hermanos lo que estoy haciendo en este momento?

Me lancé de paracaídas

Me rapé el cabello en Shanghái

Me comí un plato de panquecas solo en un Ihop en Monterrey 

¿Alguien lo habrá pensado?

Me hago estas preguntas porque yo suelo hacérmelas con frecuencia. Justamente en esos momentos, cuando me siento más remoto: en el medio de una noche de tragos, caminado por lugares desconocidos o viviendo las más surreales experiencias.

¿Que estarán haciendo mis amigos?

Les mando energías desde el otro lado del planeta. Hay veces en que las reciben y hay veces que no.

Me hago estas preguntas cuando no sé nada de ellos.

Y luego de un tiempo me comienzo a inquietar por la ausencia mutua. ¿Se habrán olvidado de mi?

Comienzo a sentir celos, rabia, y al final indiferencia. Olvido yo en consecuencia.

Asumo un final.

Y a veces, me equivoco.

Pero ya el daño, de mi parte, está hecho. Los platos ya están rotos.

Y por más que lo intente y me duela seguir adelante, me desmorono ante un desastre que no logro reponer.

No hay nada que hacer.
 


sábado, 3 de noviembre de 2012


Estoy emocionado. Quisiera verte hoy.

Estoy tan emocionado, que me da pena escribirte; espero que tú me escribas primero. Que me invites y me digas que quieres verme.

Yo quisiera invitarte pero los códigos dicen que no debería. Luciría demasiado interesado.

¿Por qué será que caigo por las personas no disponibles?

Tienes pareja, lo sé. La batalla está perdida desde el comienzo. ¿Pero cómo la evito si esa condición es lo que me invita?

¿Cómo ganar si lo que me condena es lo que me atrapa?

Me doy cuenta de que estoy cansado de este sin nadie. De que en realidad sería genial estar acompañado.

Quiero que me hagan sonreír y que los días tengan sentido por alguien.

Pero no sé cómo conseguirlo.

Solo sé buscar en lugares equivocados, calles ciegas. Contactos fugaces sin dirección.

Y me han distraído, no lo niego. Pero un se cansa de tomar oxígeno a cortos alientos.

Quiero ya respirar profundamente. Lo necesito.