Atardecer en Dubai

Atardecer en Dubai

domingo, 18 de septiembre de 2011

Desperdicio

Finalmente, luego de toda esta travesía, me abrazaste por detrás.

Sorprendiéndome, gentilmente e inesperadamente tomaste mi mano. Que sorpresa tan grata.

Me asusté.  No sé por qué pensé que a la gente alrededor le iba a importar. Sin embargo, entrelacé  mis dedos con los tuyos. Te apreté fuerte la mano para seguirte la seña; decirte entre líneas que yo también siento lo mismo, que tus pasos no habían sido un salto hacia el vacío, que he esperado a tus manos desde hace ya mucho tiempo.

Era el momento preciso para dejar los juegos, las indirectas y los mensajes ambiguos.

Todo parecía un sueño.

Inmediatamente salimos disparados hacia el cielo. Ya tus manos no tomaban las mías pero nuestras miradas seguían volando juntas. (¿Por qué diablos nunca te besé?)

Caímos suavemente, como en paracaídas en una piscina llena agua. Nos sumergimos y salimos de ella sin habernos mojado. Secos. Allí te fuiste, allí me dejaste.

Efectivamente todo había sido un sueño.

(De nuevo, ¿por qué demonios nunca te besé? Si era mi sueño ¿por qué no me digné a hacer lo que en la realidad nunca haría? ¿A quién más le iba a importar lo que hiciéramos sino a mi mismo?)

Son demasiados los límites, obstáculos y las trampas que mi mente me pone. Y ahora, ya despierto, me doy cuenta de que no vale la pena vivir los sueños como uno vive la realidad. Todo lo contrario, hay que vivir la realidad como si fuera un sueño.
   

viernes, 2 de septiembre de 2011

Compañero Mío

Compañero mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas , y a ti, de mi negligencia.
El "yo" que hay en mí, compañero mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, inabordable.
No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acción.
Cuando dices: "El viento sopla hacia el oriente", digo: "Sí, siempre sopla hacia el oriente"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar.
No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar.
Cuando es de día para tí, compañero mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche.
Cuando tú subes a tu cielo yo desciendo a mi infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: "¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto:
"¡Compañero! ¡Camarada!", porque no quiero que veas mi infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi infierno.
Tu amas la verdad, la belleza y lo justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y simulo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas.
Compañero mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas.
Compañero mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Khalil Gibran, 1918