Que molesto es querer tener las ganas de escribir algo y el único tiempo que tienes es para estudiar. Esta vez voy a dejar de ser responsable y me tomaré este tiempo para escribir lo que quiera y sienta.
Hoy mi día ha pasado como en cámara lenta. He tenido muchos momentos para pensar mientras paso por los túneles del metro de Londres. He comenzado a darme cuenta de que yo no ando nunca en bus, sino que parezco un topo moviéndome por la ciudad bajo tierra. Pero como eso ahorita no tiene importancia, dejaré la tarea de aprender a moverme en bús para otra entrada.
El soundtrack de este día ha sido la canción Talk Show Host de Radiohead (no vayan a creer que yo me la paso escuchando esta banda); su melodía me recuerda a un viaje de vuelta de la playa, todos cansados del sol y del mar, pidiendo a gritos un plato de comida china al llegar a Caracas. A pesar de que en la vida real nunca hayamos escuchado PRECISAMENTE esa canción, me lleva inmediatamente a la carretera de Chirimena a Higuerote, o de Guyabal hacia la Guaira.
De estación a estación, recuerdos vienen y van. Pienso en que no he sabido nada de Ainara desde hace un tiempo, y de porque demonios no se compra un Blackberry. ¿Es que acaso que yo este en Londres razón suficiente para que lo haga?. Pienso en los almuerzos de la Sra. Bettsy todos los domingos. Me acuerdo de la impotencia que siento cada vez que busco a mi amigo Pedro en el Facebook y no lo encuentro porque lo cerró. También pienso en la espera por la que he pasado -y en la que aún sigo- para que mi frat me llame o se manifieste de alguna manera. Me recuerdo que tengo que escuchar el CD de Emilio Lovera que me regaló Camila antes de partir. ¡En fin! miro para atrás.
Este invento de haberme venido a Londres es como haber comenzado a nadar en el mar sin saber en que dirección ir, ni a donde llegar. Si han visto la película Gattaca entenderían más o menos lo que trato de decir. Estoy nadando a un ritmo descontrolado, tan descontrolado que los brazos se me duermen. Ya no me doy cuenta de lo lejos que estoy de la orilla, ya no me doy cuenta de lo lejos que estoy de la vida que deje en Venezuela. Pero apenas me paro, siento la corriente y devuelvo la mirada, entiendo que hay que seguir nadando, comprendo lo que he dejado, y comienzo a escribir.
Creo que hay cosas tan difíciles de digerir en la vida, que el alma se anestesia.
Londres para mi siempre ha tenido comienzos rudos. La primera vez que vine mis maletas no llegaron (nada grave en realidad, pero para mi reacción frente al estrés es una experiencia desagradable); y en la segunda mis maletas llegaron pero yo llegué a Londres sin un lugar preciso en donde estar. Creo que por eso no he terminado de hacer las pases con esta ciudad. Sin embargo, cada vez que vengo crezco un poco, y ese espacio no te lo brinda cualquier lugar del mundo. Soy entonces un árbol en crecimiento con raíces que se extienden a través del Atlántico. Que tal?