Atardecer en Dubai

Atardecer en Dubai

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cómplices

Nos besamos.
Tu lápiz labial dejó su rastro en mis labios, y así mismo lo dejé yo en tus mejillas, cuello y frente; regresando nuevamente a tus labios en una cíclica travesía de desenfreno y placer.
Nos miramos y nuestras caras lo dicen todo: tu marca en la mía y mi marca en la tuya.
Prueba de que ambos somos culpables. No hay escapatoria.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Otro sueño

El más dulce intento por salvarme la vida fue este:
En ese momento mi cuerpo se quebró con el tuyo. Nuestros fluidos emulsionaron.
Una mezcla de sangre, la mía con la tuya. Veneno exquisito.
Comenzó el incendio. Tomé tu mano y te ayude a salir. Como el final de una película, todo el mundo se enamoró de nosotros; y yo, solamente en ese instante, me enamoré de ti.
Que delicioso es hacer desastres.

jueves, 3 de noviembre de 2011

De una de mis llegadas a Londres.

La historia de esta entrada comenzó en un fin de semana perdido en las calles de Hamburgo, Alemania. Me encontraba allí solo por el fin de semana; había ido a dar una presentación sobre mi universidad en un modelo de las Naciones Unidas. De eso salí la primera tarde, solo me tardé dos horas para ya estar libre de ir a visitar lo que quisiera.

No les caeré a mentiras. ¡Qué ciudad tan aburrida!

Me perdonarán, pero un domingo en Alemania no sucede absolutamente nada. No hay nadie en las calles, TODO está cerrado y para variar, tampoco es que Hamburgo sea una ciudad grande con muchas cosas que hacer. Eran las 1:30 de la tarde y ya estaba desesperado por volver a Londres (para mi desesperación, el vuelo salía a las 9:55 de la noche).  

Solución: comer.

Comí una cacerola con carne, pollo, puerco y champiñones; acompañado de una copa de vino.

Luego, en el puerto, me comí un sándwich de pescado con salsa tártara.

El resto de la tarde la pase en un local llamado Hamburg Del Mar donde todo estaba decorado como si estuvieras en la playa. Tome una poltrona, una cerveza y me acosté con los pies en la arena artificial.

Luego de comer y caminar por las calles deshabitadas de esta ciudad fantasmal, llegó la hora de ir al aeropuerto. De lo siguiente, en realidad, es de lo que trata esta entrada.

Vi la pantalla de la puerta B20 que decía: Londres/Gatwick. Me senté y me quede tranquilo. –Sólo dos horas más y estaré en casa- sentí.

Cuando llegue al aeropuerto de Gatwick me di cuenta de cómo todo volvía a la normalidad, a mi rutina. Ya he llegado tantas veces a este aeropuerto que ya me sé los pasillos de memoria. Llené mi planilla de inmigración, hice mi cola y me encuentro con la tan querida señora de inmigración. Era ya casi medianoche.

La señora me pregunta: ¿Qué haces acá? (Pregunta típica) Estudio

¿Qué estudias? (Pregunta típica) Relaciones Internacionales

¿Dónde? (otra pregunta típica) En Hult International Business School

(Pero aquí, la señora dándoselas de cool decidió tomarse su trabajo más enserio y empezó a hacer preguntas, digo yo, más difíciles para “comprobar” mis intenciones de entrar a su país. Su tono, cambia repentinamente y se pone más detectivesco y dudoso)

¿Y dónde queda tu universidad? (TARADA) en Russell Square, Central London.

¿Y qué título vas a obtener? (CRETINA) Pregrado (¿ME VAS A DEJAR PASAR?)

¿Cuántos años vas a quedarte acá en Reino Unido? (¿NO VEZ QUE ESA INFORMACION LA PUSE EN LA TARJETA QUE TE ACABO DE DAR? OJALÁ Y ME QUEDE A VIVIR PARA SIEMPRE) Dos, dos años.

¿Y que estabas haciendo afuera del Reino Unido? (¿QUE TE IMPORTA? ¿NO VEZ QUE HAY COMO 4 SELLOS DE LAS VECES QUE HE ENTRADO?) Estaba de vacaciones visitado a un amigo.

Al parecer, consiguió lo que estaba buscando y me dejo entrar.

La razón por la que me molesté tanto, fue porque sin darme cuenta ya siento un sentido de pertenencia con este lugar. Con Londres. ¿Es que esa vieja malvada no me iba a dejar pasar? ¡Aquí vivo!

Cuando salí del aeropuerto vi como uno de los viajantes se reencontraba con dos personas. Los tres lloraban de la alegría. Allí me di cuenta de algo que siempre he sentido y dicho desde que me fui de Venezuela: no hay nada más triste que llegar a un lugar y que nadie te este esperando a la salida. Últimamente, al parecer ese siempre ha sido mi caso.

Pero no esta vez.

En ese momento, cuando pensé eso, no me di cuenta que estaba llegando de nuevo a un lugar solo. Pero un segundo después, a pesar de que no había nadie allí para mi, sentí en realidad que ya no era triste. No es triste si estas llegando a un lugar conocido. No es triste si estas llegando a tu lugar. No es triste si es tu hogar.

Inexplicablemente me había olvidado de que estaba solo.

Y lo mejor de todo fue que esta vez no me importó estarlo.



domingo, 18 de septiembre de 2011

Desperdicio

Finalmente, luego de toda esta travesía, me abrazaste por detrás.

Sorprendiéndome, gentilmente e inesperadamente tomaste mi mano. Que sorpresa tan grata.

Me asusté.  No sé por qué pensé que a la gente alrededor le iba a importar. Sin embargo, entrelacé  mis dedos con los tuyos. Te apreté fuerte la mano para seguirte la seña; decirte entre líneas que yo también siento lo mismo, que tus pasos no habían sido un salto hacia el vacío, que he esperado a tus manos desde hace ya mucho tiempo.

Era el momento preciso para dejar los juegos, las indirectas y los mensajes ambiguos.

Todo parecía un sueño.

Inmediatamente salimos disparados hacia el cielo. Ya tus manos no tomaban las mías pero nuestras miradas seguían volando juntas. (¿Por qué diablos nunca te besé?)

Caímos suavemente, como en paracaídas en una piscina llena agua. Nos sumergimos y salimos de ella sin habernos mojado. Secos. Allí te fuiste, allí me dejaste.

Efectivamente todo había sido un sueño.

(De nuevo, ¿por qué demonios nunca te besé? Si era mi sueño ¿por qué no me digné a hacer lo que en la realidad nunca haría? ¿A quién más le iba a importar lo que hiciéramos sino a mi mismo?)

Son demasiados los límites, obstáculos y las trampas que mi mente me pone. Y ahora, ya despierto, me doy cuenta de que no vale la pena vivir los sueños como uno vive la realidad. Todo lo contrario, hay que vivir la realidad como si fuera un sueño.
   

viernes, 2 de septiembre de 2011

Compañero Mío

Compañero mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas , y a ti, de mi negligencia.
El "yo" que hay en mí, compañero mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, inabordable.
No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acción.
Cuando dices: "El viento sopla hacia el oriente", digo: "Sí, siempre sopla hacia el oriente"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar.
No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar.
Cuando es de día para tí, compañero mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche.
Cuando tú subes a tu cielo yo desciendo a mi infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: "¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto:
"¡Compañero! ¡Camarada!", porque no quiero que veas mi infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi infierno.
Tu amas la verdad, la belleza y lo justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y simulo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas.
Compañero mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas.
Compañero mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Khalil Gibran, 1918

domingo, 26 de junio de 2011

Belle Paris

No es  subjetivo afirmar que París es una ciudad bella. Tanto lo es, que me costaba luchar contra el impulso de querer caminar cada una de sus calles.

No entren al Louvre, sólo véanlo desde afuera. Es tan grande que te pierdes. Ves mucho pero recuerdas poco. Yo salí exahusto. 


Pero tenía que verla.


Yo vivo en Londres pero me enamoré de París.


sábado, 4 de junio de 2011

Te miro fijamente sin decir palabra alguna.
No hay conexión de ningún tipo entre nosotros.
Toma la punta de una tijera y clávamela en el cuello. No te preocupes, duele mucho, pero así se supone que se debe sentir.
Agárrala fuerte con tu puño, muévela y sigue cortando a lo largo de mi pecho. No limpies nada, no hay sentido en pretender que esto sea limpio y bonito.
Ahora con tus manos abre la herida lo más que puedas. Corta mi tráquea, usa si quieres un cuchillo.
De allí, trata de quitar toda glándula, vena o músculo que impida el paso de tus dedos. Tus uñas están ahora empapadas con mi sangre.
Toma mis cuerdas vocales. Desmenúzalas. Yo igual no las utilizo.
Mete tu mano en mi garganta –ahora deshecha- y allí, solo allí, encontrarás la verdad. Mi verdad. La que nunca digo cuando te veo o cuando te hablo. La que me callo.
La que guardo para mi almohada, mi pared, mi soledad.
Agárrala. Exprímela. Sácamela.
Porque yo, solo, no la puedo decir.

lunes, 9 de mayo de 2011

Querida Cams,
Estamos pasando por etapas similares pero por procesos de sanación distintos.
Estamos solos pero juntos en esta misma travesía.
Me tienes a mí –pensándote y queriéndote- al otro lado del mar.
Todo será pasajero. Te lo prometo.
Porque si no lo es, pues ni modo.
Yo también estaré loco por siempre.
Estaremos entonces solos y locos,
pero juntos.
Te adoro.
Celli.

viernes, 29 de abril de 2011

Programación

Hay demasiados eventos que tengo pendientes por escribir en el blog. En el último mes fui para Paris de vacaciones, vino mi hermano Alfredo a visitarme, fui para Roma, perdí mi iPOD, comencé las clases y (por fin) pasó la boda real.
De lo último no voy a hablar. Al menos no por ahora.
Yendo al grano, solo escribo esta entrada para que ustedes, mis lectores (si es que alguien lee este blog) sepan que PRONTO voy a escribir.
La próxima entrada será sobre Paris (Belle Paris).
Luego sobre Roma, y mi desencanto con la ciudad.
Sobre como la impaciencia, la ansiedad y mis ganas de dármelas de intenso me están dejando sin cabello (y sin vida).
Y por último, sobre mis impresiones sobre la boda real (tenía que hacerlo).
¿Les parece?
Continuará.

domingo, 10 de abril de 2011

Mi umbral

Mi profesor de castellano de cuando estaba en Bachillerato, Miguel Ángel Nieves, en clases y en los talleres de poesía que dictaba, nos habló de que en la vida estamos constantemente cruzando umbrales. Puertas que nos llevan a lo desconocido: al amor, a la soledad, a nuevas etapas de vida o incluso a la muerte. Que miedo.
Yo cuando me vine a vivir a Londres crucé un umbral. ¿Habré dejado el nido? ¿Fue el comienzo de mi vida adulta? ¿Volveré a vivir en Venezuela? ¿Estaré de nuevo en mi hogar o tendré que encontrar uno por mi cuenta? No lo sé, y creo que todavía no lo sabré.
Sin embargo, me doy cuenta de que crucé a un espacio donde solo existe el silencio; lo necesario para poder escucharme a mí mismo. Un espacio para soñar y construir mi propia vida.
Mi rutina, mí día a día en Londres es lo que he diseñado. Mis secretos, mis demonios encontrados, mis alegrías, mis nuevas metas, todo forma parte de este mundo que he comenzado a descubrir. Mi mundo al cual mi hermano me vino a visitar.
La emoción que sentí al ver a mi hermano Alfredo pasar por la puerta de inmigración del aeropuerto fue inesperada. Naturalmente estaba muy emocionado, pero nunca pensé que la alegría de verlo se transformaría en lágrimas. Lágrimas que difícilmente pude contener para no ser tan dramático. Estar con mi hermano de nuevo fue como si nunca me hubiera ido de Caracas. Nuestra conversación fue casual, cómoda, al ritmo que siempre hemos tenido él y yo.
Pero algo cambió. Por primera vez le hablé de mis sentimientos, mis inquietudes y de mis interrogantes ante esta nueva vida que se va desglosando ante mis ojos. Esto nunca lo había compartido con él antes. ¿Será que he crecido?
Le conté de mi mundo, le enseñe mi ciudad, le hablé sobre la universidad y mi reciente reconocimiento de que Relaciones Internacionales no es mi pasión, le expliqué mis conflictos internos sobre mi trabajo, mis aspiraciones y le mostré la manera en que vivo ahora (bueno, el primer día solo pude mostrarle un vistazo).
Y me pregunto si él se preguntará cómo logré hacer todo esto. Lo digo porque al pasar todo el día con él, caí en cuenta de todo lo que he hecho y de lo que he logrado hacer desde que me fui. Entendí lo independiente que estoy siendo; de cómo he emprendido este viaje solo. ¿Será que Jenny, mi mamá, mi papá se preguntarán que estoy haciendo de vez en cuando, cómo es mi vida más allá de los correos y los mensajes de Blackberry? Sin querer, de nuevo, vi  mi vida en tercera persona.
Este silencio ha hecho que mi voz sea mi propia guía, pero también mi propio tormento. Este silencio hace que mi alma me hable directamente, pero a su vez hace que ésta sea más vulnerable a mi ego, a mi mente que a veces es incontrolable, poderosa y lamentablemente traicionera. Me confundo.
Ver a mi hermano fue abrir de nuevo una herida. Una herida que tenía anestesiada desde que me fui. Es volver a mirar atrás a esa puerta que cerré, ese umbral que pasé, ese mundo –mi hogar- que dejé. Ahora lloro otra vez por la despedida que tuve en Maiquetía hace unos meses, e incluso lloro por el futuro adiós que tendré que vivir cuando mi hermano vuelva a Venezuela.
Porque no es lo mismo ver a mi hermano acá en Londres que verlo a través de Skype o escribirle por Facebook o cualquier otro medio. OBVIO. Lo último es solo ver a mi hermano, a mi familia o a mis amigos a través de una ventana, no significa tener que abrir de nuevo la puerta.
Ya nada será igual.
¿Será mejor?

viernes, 1 de abril de 2011

sábado, 19 de marzo de 2011

Los aeropuertos y la British Library

(No sé por qué la British Library se me parece tanto a la arquitectura China. Yo nunca he ido a China que es lo peor)
Estas últimas semanas han sido largas y estresantes. Sólo faltan dos semanas para el Spring break y ahora es cuando a los profesores se les pasa el switch, y te comienzan a mandar ensayos de un millón de palabras, presentaciones innecesarias, más los típicos exámenes finales. ¿Cómo harán para corregir todo en tan poco tiempo? ¿Tendrán vida?
El propósito de esta introducción es para decirles el motivo de mi más reciente visita a la British Library (Librería Británica). Toda una experiencia.
Hora: 2:30 pm.
En realidad es más protocolo que biblioteca. Fui para allá porque el libro que necesito para hacer una presentación sobre China está allí. Llego y pregunto dónde está el cuarto de lectura, y el vigilante, antes de responderme, me dice para revisar mi bolso ¿? Lo revisa, y luego me indica que para entrar a los cuartos de lectura tengo que ir al sótano a dejar mi bolso y mi chaqueta ¿? Bajo al sótano, y tal cual un aeropuerto, hay bolsas plásticas para que pongas todo lo que vayas a utilizar dentro del cuarto. De mi bolso saqué la computadora, el cargador, mi cuaderno y mis guías de estudio –Portaminas, borrador, resaltador, no se me olvida nada- coloco todo en la bolsa de plástico y entrego todo al señor encargado quien me da un número para reclamar mis cosas luego.
De allí, por fin me dispongo a ir al cuarto de lectura; pero enseguida una señora muy educada y simpática me pregunta por mi pase de lector ¿? Ella me dice que sin uno no puedo entrar, e inmediatamente me da la dirección de la oficina donde tengo que ir. Entro y hablo con el recepcionista. Le digo que quiero leer tal libro (le doy el nombre del libro), y él me pregunta si tengo el número del estante donde se encuentra el libro. ¿CÓMO DEMONIOS ME LO IBA A SABER? ¿SE SUPONE QUE APARTE DEL NOMBRE, LA COTA, Y EL AUTOR DE LIBRO, TÁMBIEN TENGO QUE ACORDARME DE DÓNDE ESTA UBICADO? No le contesté mal. Le dije que no sabía y él me dijo que fuera a una de esas computadoras que están a un lado para buscar mi libro de nuevo. Ya esta búsqueda yo la había hecho ¿no la podía hacer el recepcionista en 10 segundos que buscara el nombre de mi libro en su computadora?
Consigo el número, se lo doy, y me dice algo así como, “bueno, tienes que registrarte como lector. Vete a esta otra computadora para registrarte. Una vez que lo hagas, te sientas y esperas a que llamen tu número para que te den tu pase o carnet de lector” Me registro, me siento y GRACIAS AL CIELO, me llaman luego de 5 minutos. La muchacha me toma la foto y me da el carnet. Estoy listo –pensé.
Cuando voy y me siento en el salón de lectura ya son casi las 4 de la tarde. Resulta que cuando uno llega al salón, tiene que meterse en Internet (sí, también hay que registrarse para el WiFi –toda otra odisea) y “ordenar tu libro”.  Resulta que como la colección es tan gigantesca, la mayoría de los libros los tienen en depósitos. Cuando hago la solicitud de mi libro de broma no me da un patatus: mi libro me lo traían en 70 minutos. Para más colmo, me entero que el salón de lectura lo cierran a las 5, o sea que no voy a poder leer nada D:
Me paro, pongo todos mis peroles en la bolsa de plástica y me dispongo a salir del salón. “Excuse me sir, may I check your bag?” (AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH) “Yes, sir, of course” digo. Luego de que revisaran que no me estaba llevando ningún libro (que no pude ni abrir) baje al sótano de nuevo para buscar mis cosas y poner mis cuadernos en el bolso de nuevo. Cuando termino, me doy cuenta de que en la mesa hay un pasaporte británico a un lado. ¡Qué extraño! Y por un segundo me di cuenta de lo insoportablemente similar que fue esta experiencia en la British Library con el estrés y el protocolo por el que uno pasa en un aeropuerto. De allí, me decidí a escribir esta estrada. Una tarde perdida. Mañana volveré preparado, y con paciencia.

domingo, 13 de marzo de 2011

PRIMARK


Todo comenzó por iniciativa de mis amigas Jacqueline Mendes y Daniela Arias quienes vinieron a Londres desde Venezuela a visitarme (en realidad pasaban por Londres por un viaje de trabajo). Ambas querían ir de shopping en Londres a un lugar bueno, bonito y barato. Yo con mi poca experiencia -e interés- en comprar, no tenía ni idea de a donde llevarlas; lo único que se me ocurría era la frenética Oxford Street. "Tranquilo Celli" -me dijeron. "Nosotras queremos ir a Primark, nos dijeron que allí podemos comprar todo baratísimo"

Primark es ese tipo de lugares que no puedes creer que existen hasta que los visitas. No por que sea bonito, o porque sea muy interesante ni nada por el estilo. Es por que es RIDICULAMENTE barato. En Primark puedes conseguir suéteres a 8 libras, zapatos a 3 libras, muy común y cero de marca, pero al fin, ropa.

Yo veía todo como con ojos de extraterrestre. Estaba atestado de gente. Los compradores parecían bestias a la casa de prendas, como si nunca hubiera visto ropa antes en su vida. Si comparamos los precios con comida, hacer una compra en Primark es como sacrificar un buen plato y una buena cerveza en un pub, por 7 prendas de vestir. Esta gente estaba hambrienta.

Cuando llegas tomas una especie de bolas en donde pones toda la ropa que te vas a llevar (de una vez asumen -y con toda razón- que te vas a llevar kilos). Jacqueline, que era la única decidida a gastar, tomó una. Daniela y yo nos abstuvimos. 

Les cuento: en realidad yo no soy un ogro que no le gusta comprar nada. Yo disfruto muchísimo comprar ropa de vestir formal, como corbatas, trajes, pañuelos, etc. A veces parezco un pollo cuando compro libros en una libería, de verdad es un poco obsesivo. Pero comprar ropa solo por comprar, o porque esté barata no me atre para nada. Sólo compro compro cuando necesito, es decir, cuando ya no tengo ropa porque o esta rota o no me queda y mi mamá esta horrorizada. Primark no fue la excepción. Sin embargo había algo más. El secreto para que Primark sea TAN barato es el uso de mano de obra barata en países en vías de desarrollo (tercer mundo/subdesarrollados si dejamos los eufemismos). Luego de ver clases de Globalización en mi carrera, me da dolor saber que la ropa que compro fue hecha por niños al otro lado del mundo; pero al mismo tiempo Nike, Adidas y otras marcas reconocidas también lo hacen. De cualquier modo, compre o no compre en Primark, si compro en cualquier otro lugar sigo siendo un tipo sin corazón. Bueno, pero ese debate lo dejamos para otro momento. 

Jacqueline asumió su rol y comenzó a tomar ropa. El lugar parecía un mercado de Venezuela en época de elecciones. Habían coches con bebes en el medio de los pasillos, gente arreglando los estantes, gente desorganizando la ropa al ver que no le gustaba el modelo para escoger otro, ganchos en el piso luego de que la prenda era escogida, colas (sin exagerar) de 15 metros o más para los probadores y ni se diga de las colas para pagar. Menos mal que habían varias cajas abiertas (en eso los Ingleses son mucho más eficientes que cualquier centro de pago, o lugar que funcione con taquillas en Venezuela).  

Yo desde un principio dije que no iba comprar nada. Que engañado!
Llegamos a la sección de hombres y solo bastó que Jacqueline y Daniela se pusieran de acuerdo para decirme lo bien que me quedaba el suéter que llamó mi atención. "¿Qué pasa si luego no me pega con nada?" -pregunté yo. "No importa, sólo te costó 5 libras, me dijo Daniela". Craso error haberles escuchado. Ese fue el inicio de las dos horas más rapidas de la vida. Fue como si ambas me hubieran inyectado un virus que me contaminó por completo inmediatamente. A partir de allí no podía dejar de mirar cada prenda como un plato de parrilla. 

Necesitaba (así comencé a pensar) zapatos, pantalones, franelas para estar en la casa, pescadores para cuando llegara el verano, sandalias, medias, interiores, absolutamente todo lo que me ofrecía Primark era una posibilidad para llenar mi pequeño clóset. Fue tan fuerte mi trance, que Jacqueline y Daniela me dejaron solo y a mi no me importó que se fueran, yo podía hacer esto solo (yo SIEMPRE compro con mi mamá. Ella me escoge la ropa y yo digo si me gusta o no). 

Verdaderamente, estos lugares estan diseñados para que uno pierda la noción del tiempo. Sin darme cuenta ya eran las 5 de la tarde (como tres horas en el lugar), y yo aún no había pagado. Deliberadamente no me dejé agarrar una bolsa para meter la ropa para así no poder llevarme tanta porque las manos las tenía full. Me encontré con mis amigas (que ya habían pagado) y me armé de paciencia para hacer la cola. En la cola podía ver prendas pequeñas que ponen a propósito para aquellas personas que siguen antojadas de compra. Costaban una libra, y sólo les faltaban el cartel tipo Alicia en el País de las Maravillas que dijera "Cómprame". Llegué a la caja, pagué: 14,40 libras por tres franelas, un par de zapatos negros, y suéter. Éxito total. 

Me pusieron todo en una orgullosa bolsa de papel reciclable con el nombre Primark. Por dentro me sentía fatal. ¿Cómo pude caer en la tentación? ¿Cómo fue que mis bajos instintos me convirtieran en un autómata de las compras? Sin lugar a dudas, el mercadeo y los negocios tienen sus crudas maneras para controlar a la gente. ¿Hasta qué punto estamos condicionados para tomar nuestras decisiones? ¿De verdad somos dueños de nuestras acciones? Aquí yo fui consciente de lo que hice, pero ¿qué pasa cuando compramos algo porque pensamos que nos gusta, pero que en realidad fue introducido en nuestra cabeza a través de la televisión o alguna película de Disney cuando éramos pequeños, adolescentes, o tremendamente influenciables?

Sé que me puse un poco intenso, pero al final el argumento es legítimo. En Primark los individuos se convierten en masa.YO me convertí en masa. Parecíamos borregos caminando por el camino marcado; marionetas de circo. ¿Cómo se le puede llamar a este tipo de poder sobre la gente?

Al final, para más colmo, caminar por Oxford Street con mi bolsa de Primark me hizo ver como el propio turista (yo aún no ligo con la ciudad en términos de vestirse sofisticadamente y "Posh") que vino a Londres a comprar, teniendo ya casi 5 meses desde que llegué. "Sir, can you tell us where is the Hard Rock Cafe?" (TURISTA! TURISTA! me decía una vocecilla desde adentro cuando le pregunté al oficial) "Walk 5 minutes on the right side of the street and you will find it" -me dijo. Ese fue nuestro próximo destino.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Solo me quedo
con mi miedo y nadie más.
Quiero escribirte, pero no puedo.
Quisiera saberlo todo de una vez y avanzar.
Pero la idea de perderte me hace pensar
y pensar...
de que preferiría verte y no tenerte,
que no verte nunca más.

jueves, 3 de marzo de 2011

 
Esta fue la comida que eventualmente nos hizo a TODOS ir desesperadamente al baño.

Lámparas en el Gran Bazar

El Gran Bazar

Valeria y yo de mendigos en el Gran Bazar

El mercado de las especias

Delicias turcas

Final de la tarde del último día en Estambul. Ese día tomamos un barco por el Bósforo y al bajarnos enloquecíamos del hambre. Nos comimos una especie de Crepe ENORME, con queso y papa por dentro. (Ya para este momento mi estómago estaba acostumbrado)

Último atardecer en Estambul

Llamado INCONTROLABLE de la naturaleza en Hagia Sofía

Desde que vi clases de Historia del Arte en 8vo grado yo siempre había querido ir a la Capilla de Santa Sofía o Hagia Sofia. Su peso histórico es interesantísimo pues es un híbrido entre dos religiones: cristianismo e islamismo. Fue construida durante el imperio Bizantino como una iglesia cristiana ortodoxa, pero luego de la invasión del imperio Otomano en el siglo XV, los turcos la transformaron en una mezquita. ¿Será que este acto demuestra que los turcos valoraron el legado del imperio Bizantino conviertiéndolo en suyo? ¿Fueron los turcos completamente bárbaros en este sentido?

Además de Hagia Sofía, otras construcciones Bizantinas también permanecieron durante el tiempo. Luego de visitar a Hagia Sofía fuimos a las Cisternas; bóvedas subterráneas donde el imperio Bizantino solía almacenar el agua en caso de guerra. Para ese entonces el imperio Bizantino se suministraba de agua a través de ríos, pero cuando entraban en guerra los enemigos ponían veneno en las corrientes para debilitar a la población. Cuando esto se sospechaba, la gente tomaba agua de las cisternas.

Pero volvamos a Hagia Sofia. Tengo que admitir que cuando entré no estuve tan impresionado como lo estuve dentro de la Mezquita Azul. Por dentro la capilla está muy deteriorada. La humedad ha borrado las pintura y los mosaicos se han ido destruyendo con el tiempo. Sin embargo, su inmensidad sigue siendo sublime. A los lados de la capilla hay como una serie de botones gigantes (o escudos) con letras árabes hermosísimos. Si sigues la mirada hacia el otro extremo de la capilla, donde se supone que estaba el altar, entre dos botones árabes, ¿sabían quién estaba? la virgen María. Una imagen increíble.


Pero en ese instante, como un relámpago, me dieron unas ganas de ir al baño apocalípticas.

PARÉNTESIS: (Ahora me doy cuenta de que la manera en que me provocó contar la historia de mi viaje a Estambul no fue la más adecuada. Queriendo dividir el viaje por visitas a lugares en vez de manera cronológica, me hizo olvidar hablarles sobre la primera noche. Esa noche salimos a Taksim Square a caminar y a comer. Bueno, caminamos por los callejones, vimos un poco de la movida nocturna -la gente come almejas y cotufas de noche-, y verdaderamente se veía bastante entretenida. Lo que vale resaltar es que esa noche comimos nuestra primera comida Turca. Estuvo BUENÍSIMA. Era comida como comida árabe. Lo malo, es que a pesar de lo buena que estuvo, mi estómago no estaba muy preparado para tanta especie. ?¿Habrá sido el agua?)

Inmediatamente tuve que salir corriendo de Hagia Sofía en búsqueda de un baño. Podía ir corriendo hacia el hotel (total, estaba a 3 minutos) pero eso implicaba volver a pagar la entrada para la capilla al volver. Mi única opción entonces era ir al baño de la basílica. Resultó ser super limpio y cómodo. Luego de eso, es IMPOSIBLE que olvide mi experiencia en Hagia Sofía.

Por cierto, se me olvidaba: Hagia Sofia significa divino poder, divina paz y divina sabiduría.

Volví a entrar a la basílica. Me encontré con mis amigos -quienes me estaban esperando impacientes- para saber que otro de ellos también había ido al baño. Encontrar un baño en cada lugar al que íbamos se iba a convertir luego en el tema del día. En el segundo piso de la basílica vimos los restos del mosaico de Jesucristo que yo una vez dibujé en bachillerato.

(Esta en realidad no es la foto que quería poner)

Y luego nos fuimos.

jueves, 24 de febrero de 2011

Universos Paralelos

Últimamente he estado pensando mucho en universos paralelos. No me refiero a ellos dentro de una definición física o científica ni nada por el estilo, sino como escenarios que pudieron haber pasado, posibilidades perdidas o por ganar. Me he dado cuenta de que vivo permanentemente en la búsqueda de universos.

Y estoy CANSADO de vivir inmerso en ellos.

Sobretodo, porque a pesar de no ser reales, afectan demasiado mi presente.

¿Qué hubiera pasado si nunca me hubiera ido a Londres? Ese es uno típico.
Probablemente hubiera seguido en la universidad, detestado el régimen trimestral y continuado con la delegación del modelo de las Naciones Unidas. Me gusta pensar que hubiera tenido bastante éxito en el modelo, hubiera hecho nuevos amigos y hubiera conocido Boston. En el trabajo, seguramente me hubiera mantenido una posición más interesante que en la que estoy ahora. Quizás me hubieran invitado al Rep-meeting, quizás no. Mi historia con Mariana Martín quizás hubiera terminado de otra manera. Estaría ahora con mis amigos. Estaría seguro.

Pero también estaría muy desgastado; Caracas me extenuaba con sus frenetismos. Venezuela me pesaría, mucho más de lo que me pesa ahora -a pesar de todo.

Y de manera abrupta, se interrumpen mis especulaciones.

Así me encuentro acelerado, con el corazón latiendo fuerte y aceleradamente, frustrado, desilusionado, nostálgico...completamente afectado por una cadena de ideas. Afectado por mi propia mente.

Lo mismo pasa cuando me escapo hacia otros sitios. A aquellos que todavía mi vida no se ha acercado. Aquellos que todavía tienen un pequeño potencial de hacerse realidad.

Besarte. Ser amado.
Ser exitoso. Demostrar lo que valgo en mi trabajo. Crear conflicto. Tener poder. Volver a mis padres y darles todo lo que ellos me han dado a mi. Emprender las carreras que nunca me he atrevido a realizar.

Pero vuelvo otra vez a la tierra molesto, porque tengo un profundo sentimiento de que la mayoría no podrían ser realidad. Por miedo.

Esto es soñar despierto. No se por qué quise ponerle otro nombre.

Sueño con tener un rol protagónico. ¿No se supone que ya lo debería tener en la realidad?

No se por qué, sin razón, me siento desatendido. Ignorado. Poco reconocido. Poco valorado.

Siendo yo mi propio enemigo. Mi ego, el más temido de todos.

¿Lo querré vencer, o es que me gusta este sentimiento?

Me guste o no, me dispongo a vencerlo.


sábado, 19 de febrero de 2011

Estambul Parte II/La Mezquita Azul

El Hostal Antique, como les dije en mi entrada anterior, queda en una urbanización que se llama Sultanahmet. Es allí prácticamente donde quedan la mayoría de las atracciones turísticas en Estambul. No les miento cuando les digo que entre nuestro hostal y la Mezquita Azul no nos tardamos más de 3 minutos caminando. De hecho, la primera noche que llegamos tuvimos que salir a sacar dinero de algún cajero. Siguiendo las instrucciones del recepcionista del hostal llegamos al lugar que estaba justo al lado de una mezquita enorme. Sacamos dinero (Liras Turcas) y nos preguntamos cúal mezuita era esa. ¿Adivinan?

Era Hagia Sofía.

Pero volvamos a la Mezquita Azul. Tras leer las descripción escrita en en libro turístico que compramos sobre Estambul, dice que fue la Mezquita más importante hecha durante los siglos del Imperio Otomano. De hecho, supuestamente rivalizaba a la de la Meca por tener 6 minarets. Los minarets son las torres que rodean a la Mezquita. En un principio, el Sultán Ahmet I quería hacer un minaret de oro justo al lado de lo que iba a ser la gran mezquita. Pero como construir una torre tan grande hecha de puro oro era extraordinariamente caro (incluso para un imperio tan poderoso), el arquitecto se las ingenió para cumplir los deseos del Sultán. La palabra oro en turco significa oro, pero también hace referencia al numero 6. Entonces en vez de hacer un solo minaret hecho de oro, el arquitecto decidió hacer 6 minarets. ¿Qué confusión no?

Sumado a lo espectacular que es estar en esa plaza que une a Hagia Sofia con la Mezquita Azul (están construidas una en frente de la otra -como si no fuera suficiente ver solo una de ellas-), entrar a la mezquita me dejó sin aliento. Ninguno de nosotros podía hablar. Es ENORME. Las paredes estan repletas de cerámica azul, verde y aguamarina. Hay mozaicos por todos lados. El video que les dejo al final se las va a mostrar mejor obviamente.

El último día antes de irnos al aeropuerto fue a esa mezquita a la que corrí 20 minutos antes de tomar el bus. Eran las 9 de la mañana cuando llegué, me senté y dí gracias. ¿A Alá? ¿A Dios? No importaba. La sola sublime e imponente presencia de la mezquita y las 4 columnas que la sostienen eran suficientes para sentirse en el corazón de un ser celestial. Sentí mucha paz. ¿Será que en mi otra vida fuí Musulmán?

(Qué manera de echar a perder un buen párrafo) 

El punto que quiero hacer es que el sentimiento que viví en ese momento me pareció universal a pesar de que solo fui yo quien lo sintió. Algo me dice que todos estabamos estabamos en ese mismo trance. ¿Tendrá esto sentido?


NOTA: ninguna de las fotos que aparecieron en las entradas anteriores fueron tomadas por mi. Los fotógrafos del viaje fueron Samuel Flores, Carlos Lagrange, Ian Connors y Valeria Del Castillo. Los videos si son míos. THE REAL WORL ISTANBUL.

Deuda

(Voy a hacer un paréntesis del recuento de mi viaje a Estambul. Sinceramente me da mucho fastio hacerlo, porque siento que DEBERÍA hacerlo, pero verdaderamente no me nace ahorita.

Estoy en espera. Hace ya casi dos semanas comencé una conversación muy importante con mi mejor amiga, Ainara, por correo. Fue un martes, y sucedió de manera muy espontánea. El correo lo comencé a escribir sin intenciones de enviarlo; pero sucedió que lo mandé y esperaba una respuesta inmediata, la mañana siguiente.

No estoy molesto -se que para escribir una buena carta hay que tomarse tiempo- pero he llegado al punto de revisar mi cuenta de Hotmail como 4 o 5 veces por día. No estoy molesto, estoy ansioso. Me siento ahorita en una conversación unilateral, y creo que me esta volviendo un poco loco.

Esto, me ha llevado a pensar en tí, Ainara, más veces de las que te pienso por día. Las horas pasan en la víspera de tu seña. ¿Dónde estás, qué haces, y por qué no me has escrito? ¿Estás muy ocupada? Quiero, NECESITO un poco de tu tiempo.

Quiero hablarte sin recordarte de tu deuda. Es por eso que ya no te he escrito mas al blackberry, y escribo aquí. Lo leerás?

Por favor, no te tardes más).

martes, 15 de febrero de 2011

Esta se las dejo de regalo.


Todas estas son fotos del Hostal. ENJOY.
Esta es la vista desde la terraza del Hostal. Se me olvidó contarles sobre mi desvelo la primera noche. Quizás era el shock de esto de dormir con extraños en el mismo cuarto. La segunda noche si dormí como un bebé.

Antique Hostel/Estambul Parte I


Hoy vuelvo a escribir por recomendación de mi amiga, Camila Ríos Armas, y por enseñarme dónde ver las estadísticas de mi blog. ¡Qué fino es saber que hay gente que visita este espacio!
Prometo ahora escribir más seguido. Muchas cosas han pasado desde la última vez que me aparecí por estos lados. Volví a Londres, dejé a mi familia hecho un desastre en el aeropuerto (como siempre), comencé la universidad (estoy full hasta los teque-teques), empecé a trabajar (me gane un bono de 200 Libras YEAH), y me fui a Estambul por el fin de semana.
Estambul es una ciudad tan INCREÍBLE que escribir un párrafo describiendo mi impresión no tendría sentido. VAYAN.
Pero de todas maneras, les voy a contar un poco sobre mi primera vez como viajero liviano –o mochilero- en un país islámico.
Les confieso que cuando miré a Estambul desde la ventana del avión sentí un poco de miedo. Pensé que la diferencia de cultura me iba a afectar tanto,  que no me iba a sentir cómodo nunca. Resultó ser todo lo contrario ya que al final del viaje no me quería devolver a Londres; una semanita más no hubiera estado nada mal.
Del aeropuerto (que es el mejor del mundo según el cartel que tiene afuera), nos fuimos directamente al Hostal. El hostal queda en un distrito/municipio/urbanización/barrio llamado Sultanahmet. El nombre es el mismo de un Sultán que se llamaba Ahmet, quién si no me equivoco, fue el que mandó a construir la Mezquita Azul.
La gente que trabajaba en el Hostal era demasiado buena vibra. Ya el miedo que sentí en la cabina del avión se me había quitado. El desayuno estaba incluido en la tarifa así que el plan era comer como unos degenerados en la mañana y así aguantar hasta la tarde-noche. Ustedes saben, vida de estudiante es algo como una sub-vida.
Repito, esta era mi primera vez quedándome en un Hostal. ¡Qué trago tan amargo! Cuando mi compañero de cuarto en Londres, Samuel, y yo entramos nuestra habitación habían dos chinos durmiendo en las literas al lado de las nuestras ¡Qué sensación tan rara dormir con dos extraños en tu mismo cuarto! Entre los tres cuartos compartidos que habían, estaba una sala que conectaba todo con los baños que OBVIAMENTE también eran compartidos. El olor a tufo era horrible.
Dos recomendaciones:
1)      Tráiganse cholas. Créanme, no van a querer bañarse descalzos en esa ducha como yo lo hice.
2)     Llévense toallas (yo sólo me traje dos toallitas pequeñas y pasé un poco de trabajo secándome)
3)     No olviden champú y jabón. Yo enserio no sé en qué estaba pensando cuando hice la maleta. Quizás asumí la inocente idea de que en el hostal me iban a dar toallas y el champú (al final jabón si había: el que uno utiliza para lavarse las manos en cualquier baño público. Ése que es líquido. Resulta que durante esos tres días sobreviví a punta de puro jabón líquido).
A pesar de esto, el ambiente del hostal me encantó. Había gente de todas partes del mundo en el mismo plan que nosotros: conocer. Por un momento me sentía como en la película de La Playa con Leonardo DiCaprio (esto suena súper ridículo pero es la única manera en que lo puedo explicar) Se sentía demasiado fino llegar en la noche, conectarse en Internet y escribirle a los amigos. Me sentía remotamente lejos (y de hecho, Turquía es lo más lejos que he estado de casa) pero a la vez tan cerca gracias a la computadora. Solamente en este sentido, VIVA L A GLOBALIZACIÓN.
El hostal tenía una terraza desde la cual podías ver el mar Bósforo (o Boas que en Turco significa garganta) que conecta al Mar Negro con el Mediterráneo creo. Por fin pudimos disfrutar del sol.
Hay algo que me dejó pensando al final del viaje. Durante los tres días que estuvimos quedándonos en el Hostal nos hicimos amigos del recepcionista y el bartender (la cerveza turca EFE no está nada mal). Mientras nos tomábamos los tragos le contábamos al bartender que somos de Venezuela pero que estudiamos en Londres, que estamos acá solo por el fin de semana, y todo ese peo.  
El último día nos fuimos a despedir del bartender quien nos pregunta: vuelven a casa?
Yo dije no.
Samuel, mi roomate, dijo sí.
Yo dije –bueno, sí, vuelvo a Londres pero no a Venezuela.
¿Supongo que Venezuela ya no es mi hogar?
(Más tarde escribiré más anécdotas sobre Estambul y el viaje como tal. Por ahora solo quería hablar de mi primera experiencia en un Hostal)
Buenas noches,
Alejo.


viernes, 7 de enero de 2011

Primera Entrada 2011

Esta es mi primera entrada del 2011, y quisiera hacerla comentando el día de ayer.
Me levanté ansioso, preocupado de que mi tiempo acá en Venezuela hasta ahora no haya sido bien aprovechado.

Les cuento:

Después de una travesía de una semana para llegar a mi país, con una escala de tres días en Madrid muy bien disfrutada, por fin llegué a Caracas gracias a Dios y a la buena suerte. He estado en Venezuela desde el 21 de Diciembre y planeo estar de vuelta en Londres el 16 de Enero. Hasta ahora no he hecho mucho. Eso si, he disfrutado muchísimo con mis amigos y mi gente acá. Sin embargo, mis planes de playa y rumba no se han dado como los tenía en la cabeza.

La cuestión es que ayer me levanté con ganas de exprimir el día al máximo. Salí de mi casa a las 11 de la mañana a comprar en la panadería un mini lunch y un jugo pues no tenía ganas de cocinar. Siguiendo mi antojo, al comprar la comida decido ir a casa de Rafael a comerme todo allá y de una vez planear el día. Rafael dormía así que continúo mi camino hasta la redoma del Mirador aprovechando el buen tiempo para desayunar viendo a Caracas (este es el plan mas Heidi que he tenido en mucho tiempo). Cuando llego me doy cuenta que el medio litro de jugo de durazno que había comprado estaba malo, y que para colmo se había derramado un poco sobre mi sanduche. Igual me lo comí. Tenía DEMASIADA hambre.
De allí me pasó buscando Javier para conseguir un taller donde arreglaran cauchos. Luego buscamos a Ainara, compramos birras y el efecto del alcohol hizo que la bella tarde que hacía se viera mas bonita todavía. En casa de Javier cocinamos (aclaratoria: Ainara cocinó) cebollas caramelizadas y papas fritas. Las comimos con pernil y cuando terminamos vimos televisión. Planeamos la noche: caipirinhas y narguila.

La noche terminó con más invitados de lo que esperaba. Fue la primera vez que jugamos el juego de lo animales más de una ronda. La pase excelente.

(Esto continúa, me tengo que ir de la computadora).


FELIZ AÑO.